Introducción
En el preámbulo a su novela escribe Germán Espinosa que a lo largo del tiempo las historias son las mismas, y solo cambia el narrador (Espinosa, 1992: 11). Añade que no es coincidencia que haya un parecido entre hechos y personajes de la vida real, y aquellos inventados por el novelista. Habría pues en la historia humana diferentes maneras de narrar que repiten las peculiaridades de lo humano. Pero suponemos que, en cualquier caso, aquello que permanece tiene siempre nuevos visos que atañen a la manera como las circunstancias históricas moldean las acciones humanas, los pensamientos y los sentimientos. A propósito de la anterior consideración vamos a reflexionar sobre el tratamiento del poder en la novela de Espinosa. Como un poder que destila en la Nueva Granada de mitad del siglo XIX la relación entre la justicia como un deber ser y la injusticia como un estado del mundo.
Germán Espinosa
1 EL CONTEXTO HISTÓRICO Y POLÍTICO DE LA NOVELA LOS OJOS DEL BASILISCO
La novela configura
un conflicto entre ideologías económicas
para desarrollar las relaciones dramáticas entre sus personajes. Nos referimos
a la mitad del siglo XIX y al gobierno de José Hilario López (1949-1853), que
marcó importantes cambios en la vida económica, social y política de Colombia. Las
reformas de López comprendieron los siguientes aspectos: libertad de imprenta,
abolición de la esclavitud (21 de mayo de 1951), desmonte de los estancos del
aguardiente y el tabaco en poder del Estado, articulación mayor al comercio
internacional, supresión de trabas arancelarias, desarrollo de agriculturas del
tabaco y el añil, eliminación de los
resguardos indígenas que pasaron a manos de propietarios privados, remate de
ejidos que eran tierras del Estado, confiscación y remate de las tierras de la
Iglesia, eliminación de impuestos heredados de la colonia, como el quinto, el
diezmo y la alcabala, expulsión de los jesuitas, eliminación de los derechos de
estola, que permitían que los clérigos recibieran pagos de los feligreses,
eliminación del fuero eclesiástico para temas judiciales, designación de los
párrocos por funcionarios civiles. (Nieto Arteta, 1962: 213-215).
José Hilario López
La eliminación
de tales trabas coloniales, implicó la institucionalización de nuevos
privilegios para implementar el comercio con las metrópolis europeas, en
detrimento de los artesanos y de la manufactura en nuestro país. La
contradicción entre Gólgotas (comerciantes a favor del libre cambio) y Draconianos
(artesanos) se resolvió a favor de aquellos, y marcó el rumbo de cierta
conexión con el mercado mundial que cerró parcialmente la posibilidad de un
desarrollo de las manufacturas colombianas.
Aunque en la
advertencia preliminar de su relato, el novelista se cuida de afirmar una
ideología en favor de un personaje u otro, consideramos que toma partido éticamente
a través de los hechos, las actitudes y diálogos de los personajes. Y esto sin
necesidad de que su relato sea literalmente ideológico. La narración muestra
cómo ciertos personajes de la burguesía agroexportadora naciente, en unión con
el gobierno y el poder eclesiástico, definen parcialmente el momento histórico según
sus intereses económicos y políticos, y en ese camino destruyen la vida de
otros personajes. En particular, la vida del abogado Ovidio Ramón Baccellieri,
quien lucha por defender los intereses de los artesanos que ayudaron a elegir
al general José Hilario López como presidente, encarnado en el personaje de
José Valerio Gómez, y luego fueron traicionados por aquel.
El relato narra
este conflicto desde las posiciones ideológicas de los personajes, de un lado
bajo el pensamiento y la acción de Evangelista Torrealba que encarna en la
ficción al personaje histórico de Florentino González (1), adalid del libre cambio
y ministro de economía de la administración anterior de Tomás Cipriano de
Mosquera, quien ya había iniciado esa apertura económica en la nación colombiana.
Y de otro lado, desde el pensamiento y acción del abogado Ovidio Ramón Baccellieri,
y otros personajes del gremio artesanal, como el sastre Alejandro Puebla, en su
defensa de los intereses de los artesanos. En su inicio la narración encuentra
a Baccellieri batallando en favor de los artesanos para defenderlos en litigios
que surgen en su contra debido a sus deudas, así como en la defensa de los
intereses gremiales que se convierten en intereses políticos, y lo sigue
fracasando en sus intentos de ayudar a la gente humilde, hasta un final trágico
donde muere en el cadalso víctima de una injusta incriminación fraguada por sus
enemigos.
Florentino González
2 TRAMA NARRATIVA Y CARACTERIZACIÓN DE LOS
PERSONAJES
Se configura a
Baccellieri enfrentado a varios contradictores: 1) José Valerio Gómez,
presidente de la República, 2) los representantes de la naciente clase comerciante,
Filiberto de Onzaga y Evangelista Torrealba, 3) y finalmente algunos miembros
de las sociedades democráticas, representados parcialmente por el líder liberal
Julio César Avanza, quien apoya a los artesanos pero al final los utiliza a su
favor y traiciona al abogado Baccellieri
y a Alejandro Puebla.
2.1 EL CONFLICTO CON EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
El presidente le
concede dos audiencias a Bacellieri y en una de ellas aparece Julio César
Avanza. El abogado es un hombre cultivado en la cultura clásica, y a pesar de
su sabiduría -o precisamente por ello-, que le otorga un filosófico sentido de
la libertad, está sumido en la pobreza, ya que es un defensor de causas
perdidas y de seres débiles; y todo ello porque cree en la importancia de la
ética para regir la vida social y política de la sociedad. Desde ese criterio
idealista defiende al gremio artesanal frente a las medidas librecambistas de
Gómez; y reclama en persona al presidente por sus políticas que traicionan su
programa de gobierno, sobre todo porque fueron los artesanos quienes
contribuyeron decisivamente a la elección del presidente, en la jornada del 7
de marzo de 1849, evento narrado desde una anécdota tomada de José María Cordovez
Moure. Pero en la entrevista el presidente le recuerda la violencia de algunos miembros
de las sociedades democráticas en el sur del país, sobre las haciendas de los
conservadores y de los liberales Gólgotas, partidarios del libre cambio, y por
tanto vincula a los artesanos con los subversivos del sur del país; con lo cual,
lo único que se logra es dar argumentos a los sectores más tradicionales para reprimir
las alteraciones del orden público (3). Ante los argumentos del presidente,
Baccellieri defiende sin éxito las medidas proteccionistas, y en el diálogo se
aprecia la utopía de su pensamiento, que incluso osa enfrentarse altivamente con
el presidente de la república.
La entrevista
exhibe a un Avanza calculador y prudente y a un Baccellieri impudente. Aquel
logra que el presidente considere la posibilidad de la expulsión de los jesuitas
pero el abogado se gana la animadversión de Gómez, pues le señala la traición a
quienes contribuyeron a su elección, invocando un crucifijo que preside la
reunión. Moral cristiana contra sentido
pragmático del gobernante, marcan esta primera confrontación. En otro momento encontramos
a Baccellieri pidiendo un indulto al presidente. Solicita la liberación de un artesano
preso que ha sido detenido por la policía debido a que tiene muchas deudas y
sus acreedores han procedido contra él. El abogado provoca al gobernante con su
talante y argumentos, ante la negativa del presidente, le recuerda que en otras
ocasiones él ha dado indultos por conveniencia política. La actitud del
ciudadano de a pie crece hasta exasperar a López. Lo que el gobernante
interpreta como una extorsión lo entiende el abogado como un sentido de
justicia. La entrevista marca la personalidad de un encumbrado personaje
que hace política realista y un defensor
de los artesanos inspirado en ideas puras de justicia y libertad. El debate
termina con la expulsión del impertinente del recinto.
2.2 EL CONFLICTO DE OVIDIO CON ONZAGA Y TORREALBA
Advertimos las contradicciones
de Baccellieri con dos miembros de la naciente clase burguesa, como Filiberto
de Onzaga y Saturnino Torrealba. La novela desarrolla de forma laboriosa estas
implicaciones, creando una tensión dramática en torno al carácter de los
personajes. El debate social es una lucha entre un naciente poder económico y
político, y las débiles réplicas jurídicas y filosóficas del abogado en favor
de los artesanos. Su gestión como jurista fracasa y ante sus adversarios sólo
esgrime su honor y sabiduría, que parecen valores en decadencia frente a los
valores burgueses. Con ello el relato sugiere que el capitalismo en germen
resalta los elementos prácticos, técnicos y morales que se producen en función
de la inicial acumulación de capital, como aspectos que se aúnan al juego
político que exige controlar a las clases subalternas, a las que pertenece
Ovidio, quien había nacido en una familia campesina cuyos ascendientes eran
italianos, y luchó para obtener un título de abogado, pero a pesar de su
cultura es considerado como un advenedizo por la sociedad santafereña.
Santa Fe de Bogotá - Siglo XIX Plaza de Bolívar
La novela representa
literariamente desde la aventura de Ovidio unas contradicciones sociales en
torno a la relación de poder entre los partidos políticos y el pueblo. Frente a
la elección de José Hilario López aparece en la opinión pública una reacción
conservadora, como lo confirma el historiador Fernán González, que ostenta un
temor frente a las clases populares que son conducidas y parcialmente utilizadas
por el liberalismo para formar un poder alrededor de José Hilario López. Según
González las medidas de este gobernante dieron al partido conservador la
oportunidad de caracterizarse en la defensa de la tradición y de una religión
que “se había encarnado en una sociedad estática y rígidamente jerárquica, que
se pensaba desde el modelo de una sociedad medieval idealizada y una concepción
ahistórica del mundo y de la Iglesia, que privilegiaba las categorías del orden
natural y la armonía social por encima de las categorías del cambió histórico
de un orden siempre cambiante” (González, 20606:49).
Entonces “los puñales
del 7 de marzo” (fecha de la elección de López como presidente), como escribían
los periódicos conservadores, simbolizaban en los medios periodísticos conservadores,
el tumulto y la violencia, y los liberales aparecen como los “rojos” comunistas
que unidos a los artesanos representan un peligro para la nación y sus valores
tradicionales. Posteriormente, ante el cauce que toma el gobierno de José
Hilario López, que se alía con los Gólgotas y acentúa el camino hacia el libre
cambio, como se aprecia en la novela de Espinosa desde las figuras de Puebla y
Baccellieri, el pueblo aparece como un sector social que debe ser controlado
con pragmatismo por los partidos políticos, y cuidando de que nunca pueda tener
un auténtico acceso al poder.
.
2.3 EL PAPEL DE LAS FÉMINAS EN EL RELATO
Junto con la
cuestión del control partidista de las masas y de la defensa del pueblo, surge
otra caracterización dramática de Ovidio Baccellieri y de sus oponentes
masculinos, definida en el medio de sus relaciones con las mujeres. El abogado
tiene un ascendente sobre su amiga Graciela, a quien antaño procuró educar y es
la esposa del empresario del tabaco Filiberto de Onzaga. Desde una
interpretación sobre Miguel de Cervantes, Ovidio habla de sí mismo a Graciela:
el escritor español, cenando en una mesa con un aristócrata que narra sus
viajes por Italia, también cuenta una historia de su viaje a Messina. Pero al
avanzar en la narración es despreciado por el aristócrata, que lo interrumpe y
le pregunta por los egregios repollos que habían servido en la cena. La anécdota la celebraba Baccellieri como si
fuera de Cervantes, y en cambio secretamente era una vivencia propia del
abogado, que gozaba con exhibir nobleza moral ante Graciela (Espinosa,
1992:201). Cervantes, el creador del gran idealista llamado Quijote, se parece
a Ovidio, eso piensa el abogado neogranadino, como si el escritor español fuese
su alter ego, con lo cual se motiva la admiración de Graciela.
El narrador
vincula sabiduría e idealismo, como un ascetismo que se encarna en Ovidio,
quien valora con Descartes el fortalecimiento del alma de quien cultiva en su
espíritu las ideas, enfrentado a los azares del mundo exterior (Espinosa,
1992:89). También Aristóteles le procuraba interpretaciones espirituales, pues
el bien supremo se identificaría con la felicidad y el honor realizados en la
persona, en contraste con la voluptuosidad que domina en la multitud (Espinosa,
1992:127). Y Fray Luis de Granada, le enseña a valorar el espíritu frente a la
carne, el saber frente a lo mundano que hace “loca o infame a la juventud”.
(Espinosa, 1992: 90). Tales ideas, labradas en su alma durante su vida, le
cohibieron de tener relaciones sexuales con mujeres o incluso de buscar una
compañera. Bajo diferencia con los valores y acciones de Ovidio Baccellieri, los
dramas eróticos son estratégicos para la caracterización de Torrealba y Onzaga,
y contribuyen a intensificar el conflicto político y social.
La copulación
entre el amo Saturnino Torrealba y la mulata Milena obsequiada a él por el
presidente, se produce regularmente en la noche, en la sala de la casa y cerca
del cuarto de su esposa Agustina. El relato conduce la atracción sexual entre
ambos personajes como una fuerza irresistible que los arrastra hacia el placer
y la exploración de todas sus posibles delicias. Y ello sucede en oposición con
una moralidad que Torrealba deja atrás, al ser consciente de que solo a unos
pasos de la sala, su mujer duerme mientras él copula con la mulata (Espinosa,
1992:106-107). Se describe entonces el dominio que Milena impone sobre su amo,
quien reflexiona desde su conocimiento de la vida, que la sexualidad con la esclava
es una forma de bajeza y humillación, pero quien a su vez se ve impelido a
repetirla incesantemente, hasta llegar a colmar a la mujercita con el cunnilingus
que ella le pide una noche. Justo para que el personaje sea descubierto en
aquel acto. El frenesí es interrumpido cuando las hijas pequeñas del señor los encuentran
en aquella faena. Se polariza con ello la revelación de aquel frenesí sexual contra
la inocencia y pureza de sus hijas, “hipnotizadas por aquella escena que debían
percibir absurda, inmaculadas de inocencia entre sus bucles que doraban la
sombra” (Espinosa, 1992,117), ellas los contemplan, para luego atormentar la
conciencia de Torrealba, torturada por la intensidad de su remordimiento
secreto.
En otro
escenario, uno de los conspiradores del sur, Arturo Troches, seduce a Graciela
de Onzaga, esposa de Filiberto, hombre muy mayor para ella. Este personaje
comprueba que su esposa tiene una aventura con Troches, y se ensañará con toda
su influencia política contra aquel. Ella se une a ese hombre por conveniencia,
ante la petición de su madre, quien antes de morir quiso asegurar su futuro de
esa manera. Naturalmente no surge una verdadera relación de amor y la
sexualidad juvenil de Graciela queda en suspenso, lo cual abre la oportunidad a
la galantería de Troches, quien la colma de placer y promesas para huir de
Bogotá hacia el sur, luego de que termine sus labores conspiratorias y
criminales. El amor que nace en ella hacia Arturo se une a la educación
sentimental que Baccellieri le procuró con las lecturas que le proponía antaño,
en su alma se unen la literatura y el amor, como un infinito, y entonces Graciela
recuerda los versos de una monja española que subliman y realizan idealmente el
erotismo que luego ha de consumarse en la copulación:
“Suspende el arco sus flechas, amor, basten ya tus
tiros, es de rigor, si no bajeza, quitar la vida aun rendido”.
“Piedad, ay amor, piedad, otra y mil veces te pido, o acaba mi vida luego, rigor
de matantes filos”.
(Espinosa, 1992: 69-70).
Desde el rosario
de poemas recordados y vividos, Graciela constituyó con más fuerza la ilusión erótica
de su amor hacia Arturo, y la posibilidad de alejarse de la opresión de su
marido. Estas intrigas eróticas llevan a los hombres dominadores hacia un
torbellino de pasión que pone en riesgo su prestigio, para recuperarlo luego
con creces. Las sendas del dominio material, político y sentimental se unen en
una trama melodramática. Al descubrir Filiberto el amorío y embarazo de
Graciela se vengará de ella y de Troches con todas las posibilidades de su
poder, en alianza con una justicia manipulada, y bajo la sanción final del presidente
que negará un indulto, para lograr la muerte de Troches junto a Baccellieri. Y
Torrealba oculta su vergüenza ante la sociedad, calculando un efectivo
distanciamiento con Micaela (Espinosa, 1992:124).
Las actuaciones
de aquellos personajes evolucionan en claro contrapunto con la moral y acción
de Ovidio, quien nunca ha buscado conquistar a una mujer. Y a pesar de que
siente una atracción por su sobrina, producto de haberla contemplado
ocasionalmente bañándose, ha de contenerse siempre, por efecto de una fuerte
sublimación de su sexualidad que converge con su ética filosófica. Parece un
sacerdote que proyecta toda su libido en el saber y el servicio al prójimo. Hay
pues una idealización de Baccellieri, a través de la cual el narrador establece
un juicio sobre la sociedad que describe. Actitud que se completa en la
exposición de las ideas de Ovidio, así como de su antigua relación con
Graciela, pues en su juventud ella recibió fugazmente clases de aquel, ya que
el establecimiento cultural que había fundado el abogado fracasó ante el cerco
que las matronas de esa sociedad provinciana consumaron. Graciela intentará
salvarlo del cadalso cuando es incriminado en el asesinato del Herrero Domingo
Acuña, pero solo puede contemplar su fracaso como la culminación de una
injusticia fraguada por su esposo y Torrealba.
Pero entonces ¿Qué
papel atribuye la narración a las mujeres en esa sociedad neogranadina? La
novela sitúa a las féminas como seres subordinados a los hombres, y aún más,
como personas que pueden ser utilizadas para la satisfacción de la sexualidad
masculina, o que viven sólo para el matrimonio como relación contractual de
conveniencia social y económica. Desde ese punto de vista podemos entender las
acciones y el fracaso de Graciela, quien se entrega a los brazos de un
advenedizo que proviene del sur. Espinosa parece sugerir un eco leve del realismo
de cierta novelística europea en su narración sobre el sometimiento de las
mujeres. A Micaela la nueva ley de abolición de la esclavitud la puede liberar
de su condición, pero en el mejor de los casos se convertirá en mano de obra
barata junto con todos sus hermanos de raza. La abolición de la esclavitud es
un acto jurídico que no producirá a mediano plazo una transformación real en
las relaciones humanas. Y si a ello se
suma el factor de cultura y educación, que desde la tradición anterior mantiene
a los negros y mulatos en la ignorancia, entonces se acentúa este sentido.
2.4 LA TRANSFORMACIÓN DE LOS LÍDERES DE LAS
SOCIEDADES DEMOCRÁTICAS
El marco social
y económico que comprende la novela remite a la imposibilidad histórica del
artesanado como actor protagónico del desarrollo económico, y a la apertura de
una articulación comercial con el mundo a través del cultivo del tabaco. Los
personajes se sitúan en ese contexto a partir de un realismo en lo político y
en lo económico, frente a las ideas del artesanado y sus defensores. Por medio
de aquel fracaso y este triunfo, Espinosa motiva una fábula ética, al describir
a los personajes en su relaciones conflictivas, y al perseguir el sentido del
símbolo del basilisco como una figura que representa a esa sociedad.
Ante las
decisiones que provienen de las altas esferas del poder, los políticos y algunos
líderes gremiales liberales que han recogido las reivindicaciones de los
artesanos, se adhieren finalmente a las orientaciones del presidente de la
república, para recibir los beneficios políticos que éste puede brindarles, y
buscan consolidar un estratégico poder clientelista entre los mismos artesanos.
Baccellieri, apoyado por el líder Alejandro Puebla enfrenta a estos políticos,
pero pierde la contienda. Ambos constataban que las masas podían ser
manipuladas de diversas formas por los políticos, y que la política consistía
“tan sólo en el arte de sacar de una situación el mejor tasajo posible (…)
Ahora en el solio de la presidencia había un monarca y la república naufragaba
entre vivas y mueras y cohetes y discursos y música por las calles, mientras
una camarilla de aduladores devengaba a sus anchas y eran pisoteadas la
libertad, la igualdad, la filantropía, la fraternidad y la democracia”.
(Espinosa, 1992:112-113).
El debate que
expone la narración se puede ampliar y profundizar con la historiografía. Cuando
Florentino González cuestionaba las ideas de los artesanos, argumenta que en un
desarrollo de una industria nacional no se lograría plasmar, en primer lugar
porque este país no tenía facilidades
para montar fábricas, en segundo lugar, porque no tenía materias primas
definidas para generar una industrialización, y finalmente, porque las
mercancías que hipotéticamente surgieran no podrían competir con la calidad,
lujo y diversidad de las mercancías importadas desde Europa (Colmenares,
1968:66). La necesidad de transformar la economía en la dirección del libre
cambio y de una articulación con mercados mundiales, anula finalmente la
participación de las masas en las decisiones políticas de trascendencia, y
reemplaza esa posibilidad por las negociaciones para repartir el poder entre
las élites, según la coyuntura. Colmenares refiere a la necesidad de crear un
factor dinámico en la sociedad granadina, y entonces el principio del orden,
regulado fuertemente por la religión, debe relajarse un poco para dar paso “al
instinto hacia la perfección”, que no es más que la idea de progreso,
representado en la frase individualista y liberal que pide el “dejad hacer”
(Colmenares, 1968: 84). Semejante perspectiva la confirma el historiador Hermes
Tovar cuando afirma que se requería abrir el comercio exterior, y las economías
latinoamericanas, en su búsqueda de una articulación a largo plazo con el mundo
desarrollado, encontraron primero productos de ciclo corto, y en el caso de
Colombia éstos fueron, antes del café, el tabaco, el añil, y la quina; el
caucho fue simultáneo con el café a inicios del siglo XX. (Tovar, 1996: 15)
Si advertimos un
momento histórico posterior que la novela no contempla en su narración, surgirá
la fugaz hegemonía de los artesanos que apoyaron inicialmente al gobierno de
Obando, personaje que en la novela de Espinosa envía a los conspiradores desde
el sur a Bogotá y que aparece bajo el nombre de general Montalvo. Luego los
artesanos promueven el golpe de estado del general José María Melo en 1854.
Estas emergencias y cambios de poder liderados por sociedades democráticas de
artesanos y por estos dos presidentes, representan una alternativa a la
hegemonía de las élites que gobernaban desde los dos partidos tradicionales.
Por una parte, porque en 1853 Obando promovió desde su presidencia una reforma
constitucional de carácter liberal, que incluía tolerancia religiosa, sufragio
universal, matrimonio civil, separación de Estado e Iglesia y libertades
públicas; en ese contexto, los Gólgotas liberales se alían con los
conservadores, pues advierten un peligro en el empoderamiento popular. Ante la
confrontación producida, los artesanos y Draconianos alientan a Obando a
establecer un gobierno a su favor, que promueva la industria nacional, su
financiación a través de una banca nacional y el alza de tarifas aduaneras,
pero éste se resiste, entonces surge la opción del golpe y la dictadura de Melo
respaldada por los artesanos, en un gobierno que duró nueve meses. (Rueda Enciso. Dialnet. 21- 23).
José María Obando
Luego los
artesanos caerán junto con él, después de una guerra promovida por las élites
de los dos partidos, que se unen para derrotar a Melo. Fernán González recoge
la interpretación de Liliana María López y María Teresa Uribe (González, 2006:
59-60), y afirma que no se trataba de una guerra entre facciones liberales o
entre Gólgotas y Draconianos, sino más profundamente de un conflicto entre una
concepción abstracta del Estado de derecho, basada en principios universales, y
un orden basado en la idea de un Estado justo, impulsado por una dictadura
popular que pretendía una inclusión política y autónoma de las masas populares,
y por lo tanto el conflicto trascendía hacía la expresión de la dicotomía
pueblo-oligarquía.
3 EL CRIMEN DE LADINO Y TROCHES
La intriga
alterna del crimen del herrero Domingo Acuña enriquece los conflictos descritos
anteriormente: Ladino y Troches, habían sido enviados a Bogotá por el general
Montalvo, un caudillo del sur de la Nueva Granada, que apoyaba a los artesanos.
Este personaje nunca aparece en persona y solo se alude a él, y es una
elaboración ficcional de José María Obando (4). En una de sus fechorías los
conspiradores terminan asesinando a Domingo Acuña, el herrero que les ayudó a
forzar las cerraduras de una casa. La razón para asesinarlo obedece a su
delación del robo ante las autoridades. En una chichería lo encuentran para
ajustar cuentas, y Abelardo Ladino aparece mimetizado bajo la luz de las velas,
su atuendo se parece al que usa Baccellieri, y en medio del pánico, y el
embotamiento por la chicha, Acuña lo confunde con el abogado. Entonces huye, y
los criminales lo persiguen y encuentran para acuchillarlo frente a la casa de Ovidio,
quien segundos antes había salido de su residencia y algunos lo vieron caminar
por allí. Agonizante el herrero es auxiliado por familiares y amigos, y alcanza a decir que el
abogado lo asesinó. Arturo Troches y otros delincuentes son apresados, pero
Ladino y uno de ellos logran escapar. Algunos
delincuentes que cometieron este crimen, entre ellos, Arturo Troches, son
enjuiciados, condenados y llevados al cadalso, pero el líder Ladino, y autor
ejecutivo del asesinato logra evadirse. En el desarrollo narrativo de estos
eventos, los encumbrados personajes, con Torrealba a la cabeza, encuentran una
oportunidad para reforzar la incriminación a Ovidio como el jefe de la banda de
ladrones.
El diseño narrativo
de este malentendido, supone la confusión fraguada por el pánico y la limitación
perceptiva del herrero, que ve en la imagen del criminal la imagen de
Baccellieri, como fantasmagoría fatídica y cruel. Sirve para que Ovidio caiga
al fondo del abismo y pierda finalmente la vida en el cadalso, pues luego de la
incriminación por la misma víctima que agoniza, sus oponentes harán todo lo
posible por hundirlo más, manipulado a la justicia y al presidente para que no
lo indulte. Espinosa construye una relación entre lo histórico y lo literario.
Luego de varios robos ocurridos en febrero de 1851 en Bogotá, uno de los
delincuentes integrante de la banda de ladrones fue asesinado, y sus
declaraciones antes de morir implicaron a Raimundo Russi como el homicida.
Algunos miembros de las sociedades democráticas apoyaron al abogado, pero otros
no lo hicieron. Los primeros procuraron demostrar que no había pruebas
concluyentes sobre el autor del homicidio y sobre esa base pidieron un indulto,
pero el gobierno de López no decidió a favor de ellos; el presidente fue
presionado por mercaderes y políticos que requerían de un espectáculo
moralizante para tener un chivo expiatorio contras los bandidos que asolaban la
ciudad.
Una reciente ley
permitía el uso de jurados para delitos de homicidio, y se aplicó a estas
personas. Cuatro de ellos fueron ejecutados y otros fueron desterrados a Panamá
y Cartagena a cárceles de trabajos forzados (5). Germán Espinosa transforma con
énfasis ético la crónica de Cordovez Moure sobre la ejecución pública de Russi
y otros implicados en los robos. Como aquel, Baccellieri defiende a gentes
pobres o con líos ante la justicia, pero el novelista caracteriza a su
personaje como un hombre honorable y culto. Y utiliza el equívoco testimonio
del agonizante asesinado para incriminar a Ovidio. Queda como un misterio si
Russi era inocente o culpable. La anécdota de la ejecución es retomada casi
literalmente por Espinosa.
José Raimundo Russi
El natural
teatro del poder que los gobernantes utilizaban para dar castigos ejemplares en
aquella época, es relanzado por Espinosa al construir la ficción basada en los
hechos reales: nadie debe osar rebelarse contra el status quo. Y el sacerdote Arambarri ha de culminar ese sentido
simbólico con la ejecución de un ritual sancionatorio: confesar a los
criminales para llevarlos al infierno. Pues se puede dudar de que Dios permita
entrar a un asesino al cielo.
4 IMPLICACIONES ÉTICAS Y POLÍTICAS DE LA NOVELA
El
escalonamiento narrativo de estas aventuras se juega en torno al sentido
polivalente del poder, personificado en los sujetos masculinos, el Presidente
Gómez, Saturnino Torrealba, Filiberto de Onzaga, y el líder político Avanza, como
un dominio orientado tanto hacia el manejo político de las tensiones sociales o
el clientelismo político, como al sometimiento del sexo femenino, muy natural
para la época, sin importar finalmente los rangos de clase social de las
féminas sometidas. El espectáculo de la muerte de los condenados tiene un
sentido circular, que se ofrece desde la apertura de la narración: la iglesia católica
sanciona espiritualmente el ejercicio del poder, a través de su eterna
administración de la muerte, dado que la Iglesia debe conducir a los hombres a
la otra vida, y hacerlo bajo un ritual que en cualquier caso, siempre ha de
justificar, aquí en este mundo, la existencia humana, bajo el régimen de
injusticia o de relativa justicia que impere. Por algo los designios de la
divina Providencia son fundamentales para remarcar el destino de los hombres
como un destino confirmado y conciliado, tanto en el que muere como en sus
deudos, o en los que contemplan apasionados esa ejecución:
“Pese a todas
sus acerbas reflexiones acerca del monstruo social, en lo hondo Graciela no
había perdido la convicción cristiana de que la Providencia no puede permitir
jamás la ejecución de un inocente” (Espinosa, 1992: 202).
“Jamás he robado
ni matado, padre, -encareció Baccellieri- nada tuve que ver con la muerte de
Acuña”.
Arambarri se
puso de pie. Por la confesión de Graciela sabía de sobra que el condenado decía
la verdad. Pero estaban primero las convenciones que se había trazado en esta
jornada, en la cual –se decía- debía jugar un papel de primer orden”.
-En ese caso, no
habrá para usted absolución”. (Espinosa, 1992: 207)
El narrador hace
ironía con la idea de la Providencia, que es desmentida por los hechos consumados
por los seres humanos, y en particular, por un sacerdote que miente y cumple
con las convenciones sociales. Al inicio del relato Arambarri se levanta de su
lecho en una fría madrugada de Bogotá para que ofrezca el viático a un infeliz
hijo de un artesano que va a morir; la tardanza del cura, que pasa con su
acólito y campanita por las calles de la ciudad, es extrema, de modo que el
miserable que agoniza no alcanza a subir al cielo, pues no recibe los santos
óleos. Al cierre del relato los bandidos y conspiradores deben morir, para que
el basilisco que es esa sociedad obtenga provisionalmente, una de sus
legitimaciones, al poner en escena a ciertos chivos expiatorios. Ahora se trata
de acompañar al cadalso a los condenados, que esperan el indulto que no llega del
presidente, porque los oligarcas lo convencen de dar un castigo ejemplar a los
criminales. Entonces la confesión es necesaria ante el cura para que éste oiga a
los condenados y tengan una buena muerte, se fortalezcan en Dios, Jesucristo y
la Iglesia, y así puedan entregar sus vidas. Y el cura los acompaña y los
humilla en su condición humana. Citamos un pasaje de Cordovez Moure muy
ilustrativo, que describe el amanecer de los reos antes de ir al cadalso y un
comentario de un sacerdote sobre su ajusticiamiento próximo:
“Con el fin de
quitarles todo pensamiento en los intereses terrenales, uno de los sacerdotes
les manifestó que, si como era de
esperarse, ofrecían a Dios con buena voluntad el sacrificio de sus vidas, esa
mañana en la cual admiraban las obras del Creador, sería el principio de un día
eterno y feliz para ellos” (Cordovez Moure, 1943: 185).
Primero les
piden que dejen de pensar en la tierra y su vida, luego les piden que se
arrepientan porque finalmente dicho acto de conciencia, culpa y arrepentimiento,
les dará la vida eterna. Es decir, finalmente les prometen un buen negocio. La
vida eterna a cambio de su sacrificio. Injusticia humana sancionada por la
justicia divina.
También irónicamente
Sergio Arboleda, al pensar sobre la idea de la libertad y su posible
realización, decía que ser libre es someterse a la ley divina, pero no atiende
a que esa ley puede ser interesada, mentirosa, manipuladora, en fin, histórica
y determinada por los intereses y las convenciones sociales, que tanto
interesan al sacerdote Arambarri cumplir a cabalidad:
“Para Arbolada
la libertad es una facultad del hombre por la cual éste se somete a la ley
superando las exigencias de las pasiones. (…) Pero a diferencia de Rousseau y
de Kant, que veían la libertad en la autodeterminación humana (…) Arboleda sigue
la tradición del derecho natural, al ver también la libertad en el hecho de la
sujeción a la ley, pero no a una ley que emana de la voluntad humana ni de la
voluntad popular, -y por eso las
mayorías no pueden determinarla- , sino del derecho divino”. (Jaramillo Uribe, 2001:217)
Esa sanción
divina de la justicia o la injusticia humana, tiene un cariz terrible y
poderoso, pues el creyente de verdad supone que Dios lo castiga o lo absuelve,
y esa creencia se extiende y proviene del todo social de los creyentes y de las
relaciones de poder que allí se dan. La sociedad es un basilisco (6), con su mirada matadora y el aliento que destruye
la vida. Pero esa entronización simbólica tiene unas jerarquías que descienden
desde la presidencia hacia los diferentes estratos de la sociedad. Al final el
basilisco, o la sociedad, se ponen en escena de forma ejemplar por medio de la
ejecución de los condenados ante los ciudadanos santafereños. La entidad nación
es personificada a través de las acciones de los poderosos sujetos masculinos,
como el monstruo que en la medida en que domina a los subalternos, se legitima
en un juego de apariencias ejecutado por las acciones de los personajes.
Los fragmentos del
relato histórico de Cordovez Moure, que Espinosa ficcionaliza producen unas
revelaciones espirituales, para proyectar en el foco de lo narrativo una
reflexión ética y política de carácter crítico sobre un momento crucial del
siglo XIX, cuando Colombia procuraba articularse al capitalismo global y
colonialista de Europa. Entonces la historia es pensada por la literatura a la
luz del acontecer de nuestro país durante el siglo XX desde la visión
filosófica del escritor, y se proyecta y se interpreta un arco de tiempo entre
el siglo XIX y el siglo XX. Una veta de la génesis de la nación es exhibida parcialmente:
se consolida el manejo político de las masas por los líderes gremiales y los
caciques del partido liberal, desde su ala de las sociedades democráticas; o la
manipulación religiosa del pueblo por el partido conservador y la Iglesia.
1 José Nazario Florentino
González Vargas (1905-1874) fue un
economista, político, periodista y catedrático colombiano. Florentino González
fue uno de los principales artífices de las reformas políticas liberales en su
país, tanto en el ámbito económico como en el político. Su acercamiento e
interés por la economía se fortaleció en sus viajes y estadías en Europa donde
realizó estudios en la materia. En 1846 Tomás Cipriano de Mosquera lo nombró como
secretario de Hacienda. Promovió las reformas encaminadas a eliminar todo tipo
de trabas al comercio. Su idea de libertad de comercio fue controvertida por
los artesanos de Bogotá. En 1848 fue candidato a la Presidencia de la
República. En el mismo año, viajó como encargado de negocios a Francia y Gran
Bretaña. En “El Neogranadino” adelantó sus campañas federalistas, de las cuales
fue tan ferviente. A mediados del siglo XIX la contienda entre librecambistas y
proteccionistas fue más allá de los artículos de prensa. González no dio su
brazo a torcer y fue víctima de un atentado por parte de los artesanos, en
1853. En 1859 salió del país para nunca más retornar. En 1861, después de
ejercer ante el gobierno de Chile como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario,
continuó en su vocación de periodista.
2 Las
sociedades democráticas fueron fundadas inicialmente
por hombres liberales con el propósito de instruir a sus miembros acerca de
aspectos políticos, económicos y culturales, como una forma de canalizar las
posibilidades del liberalismo político y filosófico. La primera Sociedad Democrática
se fundó en 1838 por el político y educador, Lorenzo María Lleras, y por Juan
Nepomuceno Vargas. A la nueva asociación le dieron el nombre de "Sociedad Democrática
Republicana de artesanos y labradores progresistas de Bogotá", más
conocida como “Democrática Republicana". A ella alcanzaron a pertenecer
cerca de ochocientos miembros entre intelectuales liberales de la corriente
santanderista, así como artesanos de la capital. Esta fundación tuvo su reacción
correspondiente en la formación de sociedades católicas, que mantenían los
valores religiosos y se interesaban por los temas económicos y políticos de la
sociedad. En 1845 se transformaron algunas de estas sociedades en cajas de
ahorros de artesanos y agricultores, para defenderse de la usura. En 1847 se
forma una sociedad democrática de los artesanos, de carácter mutualista y
pedagógico, con el fin de confrontar las medidas librecambistas del gobierno de
Mosquera y defender los intereses de la industria artesanal. Las
asociaciones de artesanos tomaron como principio que:
“el artesano tiene que formarse a sí mismo, tiene que
inventar: él no tiene modelos ni estímulos, ni aspiraciones fuera de su círculo,
él crece, él se forma, él no es deudor de su padre, porque su padre era más
ignorante, no de los gobiernos, porque jamás se han ocupado de mejorar su
condición; no a los extranjeros, no por su egoísmo e incapacidad, no a sus
maestros, porque ellos explotan el trabajo en su favor, no a los ministros de
la religión, porque jamás se ocupan de esa tarea, ni a los demás ciudadanos,
porque hasta hoy no ha habido bastante filantropía para que algunos de ellos se
dediquen a educar esta clase tan importante de la sociedad” (“El Núcleo”,
1848). Citado en el artículo: “Guaches vs. cachacos: la sociabilidad
democrática en Bogotá 1845-1876. Autor: José Eduardo Rueda Enciso.
La sociedad democrática de Bogotá creció a
raíz de la probable elección de José Hilario López como presidente de la Nueva
Granada, y en una confrontación con las medidas librecambistas tomadas por el
gobierno de Mosquera. Luego, bajo la influencia de la revolución de 1848 en
Francia, algunas sociedades democráticas adoptaron ideas socialistas. Al respecto
señala Rueda Enciso, apoyado en un texto de Jaime Jaramillo Uribe (1977) lo
siguiente:
“Un énfasis en la educación gratuita y obligatoria
para todos los ciudadanos, lucha contra la usura, reivindicación del valor
moral del trabajo y las virtudes cívicas del buen ciudadano, el temor a la
competencia capitalista engendrada por el laissez faire, que tenían en los
sectores artesanales franceses su mejor medio de cultivo”.
En el seno de estas instituciones
se dieron diferencias y conflictos entre sectores más inclinados a la acción
política, y otros encauzados en la exclusiva defensa de intereses gremiales.
3 La resistencia contra la abolición de la esclavitud generó
una insurrección armada liderada por Julio Arboleda en el Cauca, pero López
pudo controlar dicho alzamiento. En el sur los enfrentamientos fueron
particularmente violentos, pues el conflicto entre los terratenientes y la
población municipal alrededor de los ejidos, era explosivo. German Colmenares
cita la novela “Manuela”, de Eugenio Díaz Castro, donde el personaje don Elías
dice: “Nos están degollando y saqueando
a cada rato (…) porque se ha dado más libertad al pueblo de lo que es
capaz de comprender y soportar, en el estado de ignorancia en que se halla” (Colmenares 1968: 92), y explica el
historiador que el novelista sólo reproduce lo que acontece en la vida real,
pues las sociedades democráticas del sur llegaron a extremos violentos en esa
coyuntura histórica; y a su vez anota que:
“el
sentido verdadero de estos hechos nos coloca frente a un antagonismo de clases evidente,
que el régimen del 7 de marzo supo estimular y canalizar en su provecho”
(Colmenares 1968: 92).
Y
de acuerdo con ello, Arboleda denunciaba la complicidad de López con esas
sociedades en el Cauca, en el contexto de la pugna entre liberales y
conservadores. Aquel defendía la esclavitud, y uno de los argumentos era la
justificación metafísica y teológica, como también lo indica Colmenares:
“La
dominación de los amos se sostenía como si se tratara de un derecho divino, y
este fue por mucho tiempo el tema de varios predicadores en aquellas
desventuradas provincias. Y este era el gran principio que daba a los
granadinos del sur un carácter distinto
a los granadinos del norte y centro de la república”. (Colmenares, 1968:
96).
La
novela de Germán Espinosa focaliza ese desorden del sur hacia el centro de la
nación, desde los personajes delincuentes enviados a Bogotá por un caudillo del
sur que no se menciona con nombre propio en el relato (presumiblemente José
María Obando), y a través de los crímenes que cometen, los cuales son una
ficcionalización de los crímenes reales cometidos por el personaje histórico de
Raimundo Russi y su banda. Todo ello tomado de las crónicas de Cordovez Moure.
4 Obando apoyó la elección de José Hilario López a la presidencia de la
República en 1849. En 1850 fue elegido a la Cámara de Representantes y
designado como Presidente de esa corporación. En 1853 con el apoyo de López y
de las Sociedades Democráticas de los artesanos y con una inmensa
popularidad, fue elegido Presidente de la República, tomando posesión el
primero de abril. La unión de los liberales Gólgotas con los conservadores contra
su gobierno, lo puso en minoría en el Congreso y con las gobernaciones y la
mayoría de las alcaldías en su contra. Al borde de ser destituido, los
artesanos y el general José María Melo, le ofrecieron la posibilidad de
convertirse en dictador, lo cual no aceptó. Fue detenido y encarcelado por sus
contrincantes que tomaron el poder el 17 de abril de 1854. Una vez derrotado,
en 1855 el Senado y la Corte Suprema lo acusaron como responsable, pero después
del juicio las dos corporaciones lo absolvieron. Obando regresó al Cauca, se
reconcilió con Mosquera y fue nombrado jefe de las milicias caucanas. En 1861
se dirigió a Bogotá para apoyar la rebelión de Mosquera contra el presidente
conservador Mariano Ospina Pérez, pero fue emboscado y muerto en el páramo de
Cruz Verde.
5 José Eduardo Rueda Enciso toma en página
19 de su artículo investigativo sobre las sociedades democráticas, esta
información de Víctor Uribe-Urán. El texto de este autor se titula:
“Sociabilidad política popular, abogados, guerra y bandidismo en la Nueva
Granada” 2003. En “Historia y sociedad”. Número 9. 89-116. Medellín.
Universidad Nacional de Colombia.)
6 El basilisco era
un ser mitológico que se describía como una pequeña serpiente cargada de veneno
letal y que podía matar con la simple mirada. Posteriormente se lo ha
representado de diversas maneras siempre con características reptilianas. Además
del poder de matar con la mirada, su influencia era tan nociva que su aliento
marchitaba la flora del entorno y resquebrajaba las piedras. Los únicos métodos
seguros de matarlo era con el canto del gallo, el cual aterrorizaba al
basilisco, o con una comadreja, la cual era el único animal capaz de vencerle
con su olor, si bien al coste de morir también él mismo.
BIBLIOGRAFÍA
Espinosa, Germán
1992. Los ojos del
basilisco. Altamira. Bogotá.
Nieto Arteta,
Luis Eduardo
1962. Economía
y cultura en la historia de Colombia. Ediciones Tercer mundo. Bogotá.
Colmenares,
Germán
1968. Partidos políticos y clases sociales. Editorial
Revista colombiana- Universidad de los Andes. Bogotá.
González,
Fernán
2006. Partidos, guerras e iglesia en la
construcción del Estado Nación en Colombia (1830-1900). Cinep – La Carreta
Histórica. Bogotá.
Tovar,
Hermes
1993.
“La coca y las economías exportadoras en América Latina: el paradigma
colombiano”. En Análisis Político. Número 18. Enero-Abril de 1993. IEPRI
–Universidad Nacional.
Rueda Enciso, José
Pdf Dialnet. “Guaches vs. Cachacos: la sociabilidad
democrática en Bogotá” 1845-1876.
Cordovez Moure, José María
1943. Reminisencias
de Santa Fe y Bogotá. Volumen I. Biblioteca Popular de Cultura Colombiana.
Editorial Kelly. Bogotá
Jaramillo Uribe, Jaime
2001. El
pensamiento político colombiano en el siglo XIX. Ceso-Uniandes-Banco de la
República-Icanh-Colciencias-Alfaomega. Bogotá.
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