jueves, 3 de junio de 2021

MAGIA Y LIBERTAD EN EL FILME "LOS VIAJES DEL VIENTO" Por Guillermo Pérez La Rotta

                                             



                                               MAGIA Y LIBERTAD EN EL FILME

“LOS VIAJES DEL VIENTO”




CINE MUNDO Y HOMBRE

El cine puede mezclar el mundo físico y natural con lo humano y sus realizaciones. Para producir una narración que se desprende de esa mezcla y que la convierte en un significado. Como una co-pertenencia. En este caso el acordeón y la música que los hombres hacen con él. Y la relación entre ambos, es entrañable. Pues la música que hacen los hombres se desarrolla en todo el trayecto de la vida. Indicadores de esto son la historia misma de Ignacio y de Fermín, como viejo y niño, y el sentido del viaje hacia la alta Guajira, en la casa de guerra, bajo un pacto que hay que cumplir.

El nombre del filme, y la relación del ser humano con el paisaje, simboliza en plenitud esa relación. Es el viento que  es música, propio del acordeón, cuando alguien lo toca, y él es el viento de los desiertos o las montañas, del mar, frente a la casa de Guerra. Los vientos, pues, viajan, son vida humana, canciones que celebran de mil formas la vida, o vientos de la tierra que es el hábitat y que envuelven a los hombres en su trasegar y los convierten en viajeros, mezclados, confundidos, en cierta forma con el paisaje y sus transformaciones. Veamos a continuación como se entremezclan Ignacio y Fermín, desde la fábula que los proyecta en el mundo que los sostiene.

 

LA ENIGMÁTICA COMPAÑÍA DE IGNACIO Y FERMÍN

En el culmen del canto del viento, al final de la historia, de un viento que es pura presencia, están los seis hijos del maestro Guerra; y Fermín, que sigue su camino y es el emblema de una renovación del camino, al recibir lo que una generación entrega a otra. Y ello desde lo que bien de atrás, en la relación entre Fermín y Ignacio, de constante tensión. El joven aprende a pesar de Ignacio, pues al fin de al cabo, Ignacio le muestra mundo sin necesidad de enseñar, para que Fermín se aventure y genere una respuesta enérgica a las peripecias, como un dar forma a la vida, como dar sentido. Sentido que en Ignacio está en interrogación, y que se realiza bajo la promesa de tener que ir a la casa de Guerra, a pagar una promesa con el maestro Guerra, motor del relato y del viaje. Al final de la historia entendemos mejor su trajinar.



Los hitos de esa “compañía” entre los dos personajes, tienen diversos índices. Señalemos algunos.

1) La negación de Ignacio sobre Fermín. La terquedad de Fermín para seguir en la lucha. El desencanto ante la vida y la esperanza, encarnados en el devenir de los personajes. Desarrollados a lo largo de toda la narración, desde la leyenda del diablo.

2) El mito y la leyenda del diablo. Se explicita discursivamente en la revelación que el hermano de Ignacio hace a Fermín, y echa el cuento al niño sobre el instrumento musical embrujado. Pero luego dice que es solo un cuento. Doble sentido, que exhibe la racionalidad del hombre ante los restos de una leyenda, que en todo, caso es fundamental para los que viven en ese mundo. Creer y no creer. El mito y el símbolo fílmico están unidos en el seno de la narración, con el acordeón como “cosa mágica” en la relación con el destino del artista. El pacto con el diablo es apostar a ganarle a él una partida[1]. Y el maestro Guerra le ganó al diablo ese acordeón[2]. Eso supone ser un maestro genial del vallenato[3]. Para tocar ese instrumento que parece que “se toca solo”. El acordeón está “animado”, y no cualquiera lo toca (por eso, el fracaso de hacer música con él, de la fiesta de los guajiros). El diablo siempre otorga poderes, conoce mucho, es sabio, como dios, pero en juego pone la maldición y la gente puede caer en un destino fatal, por los mismos poderes del diablo.


El demonio, en venganza, convierte en juglar itinerante al maestro  Guerra, y debe tocar y/o cantar hasta morir. Esto supone la confusión entre vida y tocar música. Y en cierto modo, de viajar de pueblo en pueblo. Y por eso mismo, de vagar en soledad y de engendrar niños con mujeres. Es la conjunción demoníaca, entre el hombre y su ciclo vital, y el acordeón. Y entonces Guerra le dio el acordeón a su aprendiz Ignacio, y parece que con ello pone a andar a Ignacio; y entonces, por fin Guerra (que dio guerra toda la vida) descansa en la alta Guajira, como si fuera el fin del mundo, donde se une la tierra con el mar, con ese infinito, y su viento eterno y solitario. Ahora, Ignacio está condenado a vagar y tocar. Y está amargado de ese vagar. Por eso es que quizás no quiere enseñar nada al niño, no desea llevarlo a ese vagar por años y años, en soledad; y frente a ello, se da, de otro lado, la opción del destino de Fermín, para tocar los tambores. En este momento, Fermín se separa de la tutela vacilante y pesimista de Ignacio. Además, sólo Guerra puede acabar con ese maleficio del diablo, y este es entonces el sentido mismo del viaje para Ignacio: ir a donde Guerra, para acabar con el maleficio, y por eso Guerra lo espera incluso después de muerto, y le deja un mensaje en un papel, encima de su cadáver. Es la vida como yugo, diríamos nosotros, yugo impuesto por un demonio que nos lleva por el mundo, pero que en todo caso da frutos en medio de la soledad, y que se conjuga en cada pueblo y cada paisaje con el trabajo del hombre y de natura, que produce y reproduce la misma vida como espíritu.

O que igualmente muestra cómo es la vida comunitaria y la cultura popular: las relaciones parentales, donde casi todos los individuos se conocen en la región y las aldeas. Ignacio conoce al padre de Fermín, y a la madre de éste, quien lo invita a seguir a Ignacio. Él, Fermín, también es un hijo abandonado por el padre. Además están la celebración de la pelea de gallos y los duelos de acordeones que son como duelos con el diablo, con apuestas de dinero; bajo la demostración de la fuerza demoníaca del acordeón de Ignacio contra un acordeón embrujado de otros hombres. Símbolo éste de violencia presente en ese mundo, igual que cuando un hombre muere a manos de otro; al parecer, por una mujer y alguna infidelidad, en una pelea a machete en medio de un puente que parece una encerrona entre la vida y la muerte. Uno de los hombres exige a Ignacio tocar con el acordeón, entonces el acordeón y su música ritualizan la muerte, la agonía del perdedor en el agua.

Es pues, la vida que revela en su trajinar, a la soledad de Ignacio, y la de muchos otros. El trasegar por el mundo engendrando hijos y dejando a las mujeres solas. Solo Guerra está con sus hijos y su mujer. En el Festival de Valledupar, Ignacio toca para una mujer y su hijo, por allí pasó hace tiempo y engendró a un hijo. El embrujo del acordeón es el que lo tiene a Ignacio embrujado, enduendado de viajar; por ello mismo debe hacer un último viaje a donde Guerra, para recuperar una de sus libertades, desde el pacto con diablo[4].

 

EL VIAJE INTERNO DE FERMÍN EN SU DIFERENCIA CON EL VIAJE DE IGNACIO




El viaje de Ignacio tiene una especie de comienzo: la Semana Santa, que inicia la cuaresma (ayuno de Cristo en el desierto. Polvo eres y polvo serás),  con el ayuno al inicio del camino, (comer  muy poco, lo que haya en el camino), como forma de un viaje de  peregrinación que ofrece alivio, si se cumple con su meta: que el maestro Guerra le quite esa maldición yendo de pueblo en pueblo, pues por ello es que Ignacio, al perder a su esposa, corre el peligro de ponerse a caminar otra vez,  llevando la música del acordeón. Debe entregar el acordeón y hacer un último recorrido en su vida, que coincide con el primer recorrido Fermín en su corta vida[5].  

Ignacio le dice a Fermín que él no ama, y solo va por dinero, pero el tema es más profundo. No ama, porque va de pueblo en pueblo. Entonces, es una forma mítica de un tema cultural. Los hombres engendran hijos y las mujeres los crían. El viaje, como una forma de la cuaresma, sería una dialéctica entre el demonio y la salvación que procura el ayuno y la imitación de Cristo. Veremos que en realidad, esto se confirma, pues Fermín salva a Ignacio.

Fermín no entiende todo aquello en su profundidad, le basta con su fe y fervor, como en la juventud. Ignacio tampoco le revela nada explícitamente. Solo el espectador lo sabe un poco mejor. Fermín es esperanzador, es ingenuo, cree en la vida firmemente, y quiere realizarla desde la música.  Esa es su forma excelsa de salvación. Es distinto todo para Fermín, que al acompañar a Ignacio, encuentra otro movimiento posible de la vida, junto con los niños de Guerra y esa mujer solitaria que le dio hijos al maestro, allí en su cabaña frente al mar. Fermín se convierte en tamborero. Hereda algo bello de África. Sella con un ritual de sangre, parecido a los del diablo, un compromiso para siempre, y entonces se le da una suerte buena, pues no es un gran tamborero, pero pasa la prueba. Ya es grande, ya no es niño, ya está listo a seguir, e incluso volverse un héroe que ahora sí, puede salvar a Ignacio ante su amargura y su rechazo a tocar con los guajiros que le roban el acordeón. Advertimos un valor grande y simbólico de la peripecia, un punto de giro del relato, que permite ir a la consumación de la historia, al encontrar, luego de tantas luchas, la casa del músico Guerra.

Los tambores y la iniciación de Fermín. El arrojo del niño para someterse al examen, y su triunfo allí, motivan una nueva significación para la identidad narrativa de Fermín, que ahora cuestiona con fuerza a Ignacio, pues el hombre toca solo por dinero (está como seco de amor), y por eso al final se irá sólo el joven. Fermín se separa de Ignacio y le grita verdades en la cara. Nueva peripecia que supone el total rompimiento, pero al descubrir Fermín el acordeón en la fiesta de los guajiros, lucha por el instrumento porque sabe que es central para Ignacio, y se vuelve un héroe, al enfrentarse a los hombres y recibir un puño con valor, y por eso el jefe guajiro le entrega otra vez el acordeón, en un gesto de piedad.



Y Fermín salva a Ignacio, junto con los arhuacos (Ignacio no quiere vivir, le dice el arhuaco). Los arhuacos son médicos del alma. Presiden en la alta montaña de la Sierra Nevada, el renacer último de Ignacio, es una música que asciende en la alta montaña y con sus vientos que cantan con el acordeón y la flauta del indio arhuaco, es un momento musical y simbólico de esperanza desde la unión de la música humana y aquella de natura. A la cuaresma cristiana se la relaciona ahora desde la diversidad cultural, a partir de la medicina arhuaca y su poder salvador, frente a ese mundo de los viajes del viento, frente a la violencia, presente siempre en la historia. Esto resulta muy importante porque el imaginario cristiano ya está mediado en el film por una diversidad cultural que salva, en la figura de la cultura arhuaca.

Desde la violencia le han quitado el acordeón al amargado que no quería tocar, (porque sólo quiere llegar a donde Guerra, y está abrumado con la vida). La salvación tendría que ver con la ayuda para encontrar, en la esgrima musical con el diablo, una salvación, en el momento en que Ignacio desfalleció y no quiso tocar para los guajiros. Incluso estaba en una agonía, tirado en el campo. Aquel es un mundo de machos que dominan, aquel mundo violento, peligroso, en la relación de dominio sobre las mujeres. Mundo de machos solitarios.

Pero, es cabalmente, ese femenino, el universo que ayuda a salvar, las mujeres dan la mano a Fermín, cuando él encuentra la ayuda de la dueña de la tienda en ese pueblito, donde llegarán los guajiros a su parranda. Y es la tendera la que pide explicaciones al jefe guajiro, para descubrir qué ocurrió con Ignacio y el acordeón.  Al final de la historia, Fermín va solo por el campo que une mar y tierra y sigue el viento fuerte que se queda con todos, que es soledad de natura como un resonar de la soledad del ser humano. Es pues, la lucha de Fermín, que proviene de la misma lucha esperanzadora y dialéctica de la infancia que se vuelve adulta, pues él quiere continuar los caminos del viento, los viajes del viento, pero con amor, con entusiasmo de niño; y la muestra ejemplar de ello, es que el maestro Guerra ha seguido engendrando niños, ha parado de vagar por el mundo, en una casa sencilla, al final del mundo, en la punta de América que mira al océano; librado de la influencia del diablo. No importa incluso que la mujer de Guerra esté sola, ella teje, quizás porque otra vez está embarazada. Es ella es la gran guardiana y educadora de hijos, como aquella  a la que Ignacio le hizo un hijo, y solo le pudo tocar una canción a ella y a su hijo, en un sentido de ternura perdida, apenas rescatada en la canción que hace homenaje a la infancia;  una canción en el primer festival vallenato del año 1968, cuando se inicia en Valledupar.

 

LA REGIÓN ENCANTADA




El filme resalta, en la fábula y su implicación simbólica, la belleza del paisaje, sus transformaciones, el trabajo humano que cada paisaje aloja, salinas, vaqueros, indios, sembrados de soya, desiertos, montañas, todo el nororiente de Colombia, y en su seno el vallenato como forma simbólica del encuentro entre el paisaje y el hombre, por medio del viaje, del viento que se mueve. No hay buses ni carros en la historia. Solo el burro ancestral, con la pareja del niño y el viejo en camino. Mompox, al inicio del filme recorrida en una de sus calles por la pareja, era en la Colonia española una rica ciudad de hacendados que crearon una “aristocracia” y un dominio sobre la región, llamada la “depresión mosposina”, está abrazada por los ríos san Jorge y Magdalena, los cuales inundan con esteros y lagunas toda la región, en su camino hacia el mar caribe. En esa amplia zona se formaron históricamente relaciones jerárquicas, que en todo caso perdieron su extrema rigidez, en la formación de comunidades que mantenían una familiaridad, desde el extendido parentesco bastardo y las concubinas. Y por ello mismo “todos se conocen”, y existe una  familiaridad dentro de la jerarquía, entre todos los hijos de “marqueses”  que procrearon con negras o indias, al igual que con mujeres blancas y españolas. Esa enorme parentela ofrece, de acuerdo con el sociólogo Orlando Fals Borda[6], cierta flexibilidad a la esclavitud y a la injusticia secular; y se patentiza en la riqueza de una cultura, que cabalmente funda el vallenato. En el cuento de “Los funerales de la mamá grande”, de Gabriel García Márquez, como una forma cabal de lo “Real Maravilloso”, aparece la hipérbole de las propiedades de la mamá, católica recalcitrante y unida al Papa de Roma, cuando ya agonizante, dura todo un día que parece interminable, diciendo al notario sus propiedades, para que el mayorazgo, el hijo que gobernará a su muerte, sepa, en cierto modo por primera vez,  de todo lo apropiado por ella, que parece un infinito, y la hipérbole sube desde lo físico y geográfico, desde las reses o marranos, desde el latifundio, hasta las instituciones de la república  colonial, hasta la capital Bogotá, que se sacude con la muerte de la gran matrona. Y todos esperan, en medio del calor sofocante, al Papa de Roma que vendrá por primera vez a América al sepelio de la mamá grande.


 




                                                 POPAYÁN – COLOMBIA.

                                                     MARZO DE 2021

 

NOTAS

[1] Lo “Real Maravilloso”, según Alejo Carpentier, tiene una génesis conceptual para su novela “El reino de este mundo”, en la historia verídica de Mackandal, el esclavo haitiano que se vuelve espíritu omnipresente en la lucha contra los amos esclavistas. Dice Carpentier en el prólogo a “El reino de este mundo” que “a cada  paso hallaba lo real maravilloso. Pero pensaba, además, que esa presencia  y vigencia de lo real maravilloso no era privilegio  único de Haití, sino patrimonio de la América entera, donde todavía no ha terminado  de establecer, por ejemplo,  un recuento de cosmogonías. Lo real maravilloso se encuentra  a cada paso en las vidas de hombres  que inscribieron  fechas  en la historia del continente y dejaron apellidos  aún llevados. Desde los buscadores de la fuente de la eterna juventud, de la áurea ciudad de Manoa (como El Dorado), hasta ciertos rebeldes de la primera hora,  o cierto héroes modernos  de nuestras guerras de independencia, como la coronela Juana Azurduy (… )...la danza colectiva de América  que encierra un hondo sentido ritual   en torno a un sentido iniciático (…) tal los bailes de santería  cubana,  o la prodigiosa versión  negroide de la fiesta del corpus,  en Venezuela”,…o digo yo, la mezcla de candomblé en Salvador de Bahía. Confr. El reino de este mundo. Editorial Andrés bello. .Santiago de Chile. 1993. Pg.15. De otra parte, el tema de la lucha o pacto con el demonio, se asienta en una larga tradición cristiana. En ejemplo selecto es el “Fausto” de Goethe, que toma en cuenta una vieja leyenda germana. Y la estupenda versión fílmica de Alexander Sokurov (2011). Así como “El séptimo sello”, de Ingmar Bergman, relato que no trata de un pacto sino de la lucha con el demonio, en la Europa medieval que buscaba conquistar a Jerusalén (1957).

 

2 LEYENDA DE FRANCISCO EL HOMBRE

La leyenda narra que, una noche, el juglar iba como siempre sacando algunas notas de su acordeón y cantando para hacer más ligero el camino. De repente se dio cuenta de que cada melodía que interpretaba era respondida con una aún mejor por otro músico que no lograba divisar en la oscuridad. Luego de casi dos horas de enfrentamiento, Francisco se encontraba atónito por la interpretación de su contendiente, quien le estaba ganando. ​

Francisco decidió seguir la melodía de su adversario hasta que por fin lo divisó entre la penumbra de la noche, sin embargo no lograba identificar plenamente de quién se trataba. De pronto un rayo de luz de luna penetró la penumbra y la silueta de su contendor se hizo evidente, se trataba del diablo. Fue entonces cuando el juglar comprendió que se estaba enfrentando en el máximo duelo, miró al cielo, y rezó el Credo al revés y entonó la melodía más hermosa y armoniosa jamás escuchada. Ante tal despliegue de habilidad, Satanás escapó entre las penumbras dejando como ganador del duelo a Francisco.2

Francisco el hombre es mencionado en Cien años de soledad como «un anciano trotamundos de casi doscientos años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas por él mismo».​ Tomado de Wikipedia.

 

3 ORIGEN DEL VALLENATO: Llanos del César. Al fondo, la Sierra Nevada de Santa Marta nace en una vasta región enmarcada por los ríos Magdalena, Cesar y Ranchería, el mar Caribe, la Sierra Nevada de Santa Marta y las estribaciones de la Serranía del Perijá, en la primera mitad del siglo XIX. Los cantos vaquería con que los peones de las grandes haciendas acompañaban sus jornadas vespertinas para recoger y encerrar el ganado fueron la base de lo que más tarde se convertiría en las historias cantadas que derivaron en las canciones vallenatas.

Los primeros acordeoneros de que se tiene memoria fueron a la vez autores de los cantos que interpretaban; cantos que ya tenían una clara diferencia rítmica y una estructura musical propia que les valieron ser clasificados como paseosmerenguespuyastamboras y sones. Entonces no había, como hoy, una persona especializada únicamente en componer el canto, otra en ejecutar la melodía en el acordeón y una tercera que los cantara. El acordeonero era un músico integral que con igual destreza hacía sonar el acordeón como interpretaba cantos de su propia inspiración o, en ocasiones, de un tercero. Y hechos los primeros cantos, los acordeoneros se convirtieron en correos cantados, en periodistas musicales, juglares, que iban de pueblo en pueblo y de vereda en vereda llevando la información de los últimos sucesos narrados en los merengues, paseos, puyas, sones y tamboras que cantaban cuando se reunían a descansar y, en ocasiones especiales, a bailar en cumbiambas que se formaban con motivo de las fiestas patronales, entre otras ocasiones.

En relación con los cantares de vaquería como uno de los orígenes del vallenato, el investigador cultural y musical Ciro Quiroz anota sobre la cumbia:

...Era otra más de las formas musicales nacidas del trabajo colectivo, como aquella de los bogas que en la actividad de la navegación fue la raíz de la cumbia o aquella otra de los 'socoladores', llamada 'zafra' en algunos lugares, y que murió al agotarse la fuente matriz inspiradora,... ​

En cuanto al sitio de origen del vallenato, Quiroz anota:

Mompox y su zona de influencia, como parte del Magdalena Grande, debe ser incluido también dentro del territorio donde nació el vallenato, con cunas discutibles como Plato, Valledupar, Riohacha, El Paso y la Zona Bananera. ​

Sobre la transición de pitos y flautas a los instrumentos actuales del vallenato, el mismo autor dice sobre la primitiva denominación de los aires:

...Esta primera transición instrumental es difícil de precisar en el tiempo, pero se percibe claramente todavía hacia finales del siglo XIX, cuando sones, puyas y tamboras se escuchaban a orillas de los ríos en flautas y en pitos cruzados con el nombre genérico de cumbia. Tomado de Wikipedia.

 

4 El tema de la libertad, es para pensarlo en sus múltiples implicaciones. El demonio da libertad, pero a la vez, la constriñe. Esto parece dialéctico, o incluso “impensable”. Como un más allá de la Razón. Al dar, ofrece un camino, pero ese camino es duro, terrible, incierto, como en “Fausto”. Pero allí, en el camino, se aprende y se produce un sentido de la vida. Goethe decía del demonio lo siguiente. “Creía descubrir en la Naturaleza, tanto animada como inanimada, algo que sólo se manifestaba en forma de contradicciones, y que, por ende, no podía encajarse en ningún concepto, y todavía menos en una palabra (…) carecía de razón,    angélico, azar, providencia,  parecía jugar a su capricho, encogía el tiempo estiraba el espacio (...) parecía complacerse solo en los imposible”. En “Poesía y Verdad”, citado por Antoni Mari. En El entusiasmo y la quietud.  Tusquets. Barcelona. 1979. Pg. 16-17. El simbolismo es pues fructífero en sus posibles significaciones, siempre más allá de la razón, y quizás, en el juego de una libertad que nos realiza en la misma medida en que nos sumerge en un torbellino de contradicciones en nuestra vida. Pienso yo en “Oh que será”, canción de Chico Buarque, como un texto paralelo o similar, simbólicamente hablando, a la infinita fuerza y misterio de lo demoníaco.

5 Refiere esto a lo que un viejo puede enseñar a un niño, como algo “ejemplar”. Sugiero una posible intertextualidad con el filme: “Estación central”, de Walter Salles (1998).

6 “Mompox y Loba”. Historia doble de la costa. Tomo I. Carlos Valencia editores. 1980. Bogotá. Págs. 153 B, 51B-54B.

 

 

 

 

 

 



 

 

 

 

 

 

 

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