Por María Teresa Pérez y Guillermo Pérez
La Rotta
Profesores Titulares de la Universidad
del Cauca
Popayán, Colombia
HOMBRES DE RAZAS INDIA Y NEGRA, BEBEN MATE. FOTO TOMADA EN ARGENTINA A FINALES DEL SIGLO XIX |
1 Nuestro lugar de enunciación
Presentamos a continuación, algunos
esbozos de representaciones que han
impactado nuestras temporalidades y mundos como americano(a)s y colombiano(a)s.
Se han elegido las siguientes: El sentido
de progreso, las imágenes del mundo letrado, y la
emergencia de la representación visual-imaginaria en la historia. Con alguna conciencia de los itinerarios
del “saber de la historia”,
asumimos desde nuestra
contemporaneidad que la historiografía
ha transitado por varios caminos:
1) Desde el relato providencialista de los designios divinos, que desemboca en el recuento de la razón europea y sus hazañas de conquista y colonización; también desde las mitologías de la patria y la nación con sus séquito de héroes, guerreros y padres de la patria. O a partir de las aventuras y frustraciones económicas de las precarias economías nacionales que aspiraban salir de “la barbarie”.
2) En este contexto podemos apreciar que
la historiografía comienza su tránsito del hecho político al proceso social; fue equipándose con modelos
cuantitativos y tipologías bajo la
esperanza de dar cuenta de la totalidad social, y en un orden que aspiraba a
conjugar las luchas por los mercados con la promesa de bienestar social.
3) En las periferias de las estructuras
y sus modelos, la historia fue encontrándose (Segunda mitad del siglo XX) con
mundos paisajes, rostros y voces hasta entonces invisibles y desconocidos para
una historiografía colombiana y latinoamericana, las cuales seguían
reflejándose, sin mayores catarsis, en el espejo universalizante del eurocentrismo.
Ante la caída del relato del “Progreso”, así como el de la historia “Única”, articulada con el conocimiento transparente del mundo, la historiografía pareció encontrar, en las márgenes y desde los marginados, los escenarios más atractivos para un examen quizá más esperanzador de la vida social, así como de sus pluralidades y sus tiempos. La memoria social, explorada inicialmente por los etnógrafos, le ofrece a la historia y las ciencias sociales y de la comunicación un potencial insospechado para explorar las huellas de los tiempos que se asoman en los equipamientos materiales, sociales y simbólicos de la riqueza de mundos aun no vistos.
QUINTÍN LAME, INDIO Y LUCHADOR CAUCANO, POR EL RESCATE DE SU CULTURA, BAJO LA LENTE DEL FOTÓGRAFO CARRIZOSA |
La memoria, como ese ejercicio de la recordación y de la conciencia, nos puede remitir a lo que no ha sido visto, ni contado, pero también a las imágenes, a nuestras sensibilidades, a las imaginaciones e imaginarios sobre mundos. ¿Desde qué imágenes construimos nuestra verdad e idea de tiempo y de mundo? es una pregunta que ya hoy la historia y los historiadores no pueden eludir.
En este texto
pondremos puentes entre el comentario acerca de las concepciones de
historiografía y visiones de mundo prehispánicas, así como de manifestaciones
artísticas recientes que se soportan en la imagen, y dan cuenta de imaginarios,
representaciones y significados de mundos, muy importantes para la comprensión
de nuestra cultura latinoamericana.
2 En torno al concepto de progreso
El concepto de progreso como idea y como imagen ha sido quizá el símbolo más
significativo en la construcción del sentido histórico, tanto el judeo-cristiano
como el racional e ilustrado de la moderna Europa. El camino hacia dios o el
sendero de la razón estuvo orientado desde la fe en el progreso, como un mirar
hacia el cielo o la tierra, pero en ambos casos como una promesa de salvación.
Según Eric Kahler, la noción de la
historia como un avance único y coherente del desenvolvimiento humano pareció desarrollarse en el tránsito del pueblo Judío
hacía la tierra prometida.
Posteriormente, el reconocimiento de Jesús como el mesías enviado por
dios para redimir a los hombres del pecado, separó a los cristianos de los
judíos, y éstos últimos prolongan su vida terrenal en una espera que parece ser
infinita: la llegada del reino de dios a la tierra. Pero tanto judíos como
cristianos veían el progreso del hombre hacia la salvación como un
acontecimiento único y universal. Se fundaba así el sentido histórico de
Occidente.
Para Agustín de Hipona, eminente
pensador y precursor de la iglesia romana, (siglo III de la era cristiana), la
historia del hombre es un curso único de acontecer que se inicia con la génesis
(creación), sigue con la caída y concluye con la salvación. Dios con su gracia
envió a su hijo con forma humana para que redimiese a todos los hombres
mediante su sacrificio, muerte y resurrección (las imágenes y ritos de la
semana santa son ilustrativos y repetitivos). Para Agustín, lo que salva al
hombre es la fe en la misericordia de dios y la confirmación del hombre en el
acto sacramental del bautismo. La redención por el bautismo implicaba que antes
de este acto todos los seres humanos estaban contaminados por el pecado, esto
requería suponer una pecaminosidad
genéticamente heredada (Kahler,
1982, ¿Qué es
la Historia? México, F.C.E. P. 42) El sentido de culpa y perdón encuentran
en el bautismo, en el sacrificio del mesías, el incontestable símbolo de
redención.
La metáfora agustiniana de la Civitas
terrena, (la comunidad de los hijos de la tierra, según Etienne Gilson, citado
por Kahler.) es aquella en que los sucesos terrenales materiales pueden percibirse visualmente a través de los
sentidos. De acuerdo al texto bíblico al que se refiere Agustín “Caín fundó una
ciudad pero Abel por ser extraño, no”. La ciudad terrena es un estado
transitorio y efímero hacia la Ciudad de Dios, que en contraste, es la invisible y
eterna, la única que se
considera comunidad genuina, la única que con verdad y justicia puede llamarse
tal, puesto que en ella reinan la paz y el amor (De Civitate Dei, xv, 1. Citado por Kahler, P. 76). Todo esto
implicaba un ascenso gradual de lo
temporal del hombre a una captación de lo eterno, de lo visible a lo invisible (Civitate Dei, X, 14)
LA LUZ, EMANACIÓN DIVINA, ENTRA EN EL RECINTO DE UNA IGLESIA GÓTICA LO INVISIBLE SE UNE CON REALIDADES VISIBLES (IGLESIA DE SAINT CHAPELLE. FRANCIA) |
Agustín propuso a la iglesia como la mediadora entre la ciudad terrena y la
ciudad divina. La condición prodigiosa de esta institución fue elevarse, de
modo que al ascender se dispensaba con la capacidad sacramental, la salvación
anticipadora al alma individual. Parecía
cumplir el doble papel con que Agustín la había investido: el peso y la
universalización de esta institución; no se discute sin embargo que su poder
creció no solo en el plano espiritual, sino social
y político. Es decir la iglesia se terrenalizó y la unión con el Imperio,
bajo Constantino, definió hasta hoy una relación definitiva con los poderes
terrenales.
Pero si bien uno de los mayores logros
de Agustín fue la espiritualización y destemporalización de la vida cristiana,
fue también la rotunda separación de
espíritu y cuerpo inicialmente paulina y luego agustiniana; aunque la
consecuente liberación de los intereses y actividades seculares, hizo posible
el desarrollo de la idea de progreso terrenal. Este implicaba no
solo el avance de la capacidad del hombre para la experiencia, para adquirir
conocimiento, para la invención sino que
todo su ser social, moral y social se considera perfectible, por los
medios mismos de sus facultades. En este punto se completa la secularización del concepto religioso de salvación, la salvación
pasa a ser la salvación propia del hombre (Kahler, P.148).
La meta final de perfección hacía la que
se esperaba que el progreso se moviera fue subrayada magistralmente por los filosofía de la ilustración. En la idea de
una historia universal desde un punto de vista cosmopolita, Kant propone que la
naturaleza, bajo la forma de razón universal, guía los destinos del hombre y
del mundo con determinación obstinada y providencial: “La historia de la raza humana,
vista en conjunto, puede considerarse la realización de un plan oculto de la
naturaleza: originar una constitución política, internamente y para este
propósito externamente perfecta como único Estado en que puedan desenvolverse
todas las capacidades que ella implantó en el género humano”. (Kant, Filosofía de la Historia). Tal propuesta
parece ser el germen de la concepción hegeliana del Estado como la expresión
suprema de la autoobjetivación de la razón universal. (Hegel, Consideraciones en torno a la Filosofía de
la Historia). Hegel, y luego Marx,
fueron los últimos en proponer una meta final de perfección y quizá de
redención humana.
Jacques Le Goff,
(El orden de la memoria. El tiempo como
imaginario, Barcelona, Paidós, 1991, p.61-83) ve en el sentido de la
escatología judeocristiana el marco fecundo de referencias para acercarse a las
recreaciones e imaginaciones de la doctrina de la salvación: La apocalíptica, con sus profecías, promesas, y esperanzas
asociadas al mesianismo, a los milenarismos, el fin del mundo y los
escenarios terroríficos de Satanás y el infierno. En su libro de profecías, Cristóbal Colón recuerda que el fin del mundo debe
estar precedido por la evangelización de toda la humanidad y que el
descubrimiento del nuevo mundo tenía un porte escatológico, él mismo se atribuye
un rol apocalíptico, el de mensajero de un “nuevo cielo y de una nueva tierra”. El mismo autor plantea el fenómeno de
la laicización de las escatologías y sus influencias, y señala que las
ideologías revolucionarias, comprendidas aquellas que se declaran fundadas
sobre las bases más científicas, insertan más o menos conscientemente elementos
escatológicos, es decir apocalípticos.
FOTO DE INDIO BRASILERO TOMADA EN 1875, PERSONAJE AJENO AL PROYECTO DE COLÓN |
La era atómica ha suscitado en gran
parte de la humanidad una mentalidad apocalíptica con un sentido catastrófico. América
Latina es un escenario fecundo en recrear e imaginar promesas, muchas de ellas
engendradas en los deseos de reencontrar, al decir de Alejo Carpentier, los
pasos perdidos.
3 Las imágenes del mundo
letrado
Las escrituras
sagradas son, según la tradición judeo-cristiana, las depositarias de la creación divina del
universo. Desde la perspectiva europea, la historia se inicia con la escritura. En tal sentido, el peso de
lo escrito en la construcción y representación
tanto del mundo divino como humano en
Occidente es inmenso. Recordemos las tablas de la ley en las que estaban
inscritos los mandamientos de Yahvé para un pueblo que parecía perder la fe y
se aferraba anteriormente a las idolatrías.
Para Michel
Mafessoli (“Imaginario social” en Anthropos,
2003, p. 15) ha existido una antigua y fundamental desconfianza en la tradición
judeo-cristiana, con relación al papel que puede desempeñar la imagen en la vida social. Este autor
plantea la irreprimible separación entre la sana razón, germen de dios en la
naturaleza humana, y la imaginación
rápidamente asimilada a la sinrazón que
representa todo aquello que en el hombre remite a la animalidad y a lo demoníaco,
y que debe redimirse. El dilema de la
relación entre la razón y la imagen pareció nuevamente ponerse en primer plano
en el siglo XVI con el cisma que dividió
a la iglesia entre protestantes y católicos; los primeros fundados en la
Reforma, buscan el mensaje divino a través de la lectura directa de las
escrituras, mientras los católicos de la Contrarreforma, validaban no solo la
mediación de los ministros de la iglesia sino de las imágenes sagradas. Cabe
observar sin embargo que en el proceso
de dominación de América por parte de las monarquías católicas ibéricas, fue muy
importante la instauración de la llamada por Ángel Rama (La ciudad letrada. Montevideo, Arca, 1998, p. 32-34), la República Letrada, es decir, la formación de “una
pléyade de religiosos, administradores, educadores, profesionales, escritores y
múltiples servidores intelectuales, todos
esos que manejaban la pluma, y estaban estrechamente asociados a las
funciones del poder”. La república de las letras y la fiesta barroca, hicieron
causa común en la conquista material y espiritual de América.
José Antonio Maravall
(La cultura del Barroco. Barcelona,
Ariel, 2008, P.23-51) ha señalado que la época barroca fue la primera de la
historia europea que debe atender a la ideologización de las muchedumbres apelando
a formas masivas para transmitir su mensaje. La escena barroca fue esencial en las representaciones
sacras, o en la militancia propagandística que cumplieron los evangelizadores
en el clima beligerante de la Contrareforma, entrenadas organizaciones como la
Sociedad de Jesús y la Inquisición.
En América la necesidad de transmitir un mensaje persuasivo a vastísimo público analfabeto, conjugó con éxito la acción de la razón letrada con la fiesta y el teatro barroco. Como lo señala Serge Gruzinski (La guerra de las imágenes. F.C.E. México. 1990) la imagen fue esencial no solo en la conquista mental y espiritual sino en las construcciones sociales y culturales de los pueblos iberoamericanos. La historia como campo del saber fue convirtiéndose en una herramienta letrada con que los europeos desde sus construcciones-representaciones imaginaron, nombraron, clasificaron e incorporaron a su “realidad” los pueblos y mundos colonizados.
CARAVAGGIO EXPONENTE DEL BARROCO, CON ENCUADRES QUE IMPRESIONAN LOS SENTIDOS Y SIRVEN A LA PROPAGANDA CATÓLICA |
En América la necesidad de transmitir un mensaje persuasivo a vastísimo público analfabeto, conjugó con éxito la acción de la razón letrada con la fiesta y el teatro barroco. Como lo señala Serge Gruzinski (La guerra de las imágenes. F.C.E. México. 1990) la imagen fue esencial no solo en la conquista mental y espiritual sino en las construcciones sociales y culturales de los pueblos iberoamericanos. La historia como campo del saber fue convirtiéndose en una herramienta letrada con que los europeos desde sus construcciones-representaciones imaginaron, nombraron, clasificaron e incorporaron a su “realidad” los pueblos y mundos colonizados.
Anclada en la “objetividad”, la historia
con sus relatos afianzó las racionalidades dicotómicas: Civilización/barbarie; superior/inferior;
metrópoli/colonia; hombre/ mujer; blanco/negro; desarrollo/atraso, entre otros.
Relaciones con las cuales se construyeron las imágenes y los relatos que acreditaban a Europa como el
paradigma de la historia universal.
Era este modelo, desde donde se percibía
el pasado y el presente, pero también los deseos y sueños de una América india,
mestiza, barroca y mágica que parecía también sucumbir al sentido
histórico proclamado por la modernidad europea.
4 Otras imágenes
que se alejan de aquellas del mundo letrado y cristiano
Tras aquella
visión cristiana e iluminista de la historia se esconde la original conexión
cognitiva y simbólica entre imagen y mito como forma de pensamiento
fundamental. La imagen, construida como una relación entre lo visible y lo
invisible, entre el sentido y su manifestación, representa o expresa el ser
espiritual en su realidad. Pero todo esto se confirma con una comprensión
ontológica del tiempo muy diferente a la cristiana,
Pero todo esto se
confirma con una comprensión ontológica del tiempo muy diferente a la
cristiana, por como ocurre en la mitología que nos entrega el Popol Vuh, y en el
multiforme y rico mito de Quetzalcoatl. Veamos primero una aproximación al
sentido del tiempo en el Popol Vuh.
4.1 Viaje, Historia y Origen en el Popol
Vuh
En
el contexto del relato mítico que es el Popol
Vuh, las tribus originales, emprenden un viaje a la ciudad de Tulán, como
fase de su espera del amanecer, lo
cual parece estar mutuamente motivado
como ejercicio fundamental del mito: amanecer es inaugurar, encontrar la luz,
cultivarla. La ciudad puede entenderse geográfica y simbólicamente como “una
comunidad de origen” de las tribus que se establecieron en tiempos antiguos en
diversas partes de Mesoamérica. Este sentido del viaje revela el proceso
itinerante de tribus guatemaltecas hacia un lugar del centro del país, desde la
periferia -la región de la Laguna de Términos-, viviendo penalidades y
hambrunas hasta que descubren el maíz y comienzan a practicar la agricultura.
El Popol
Vuh comprende en un solo conjunto original el origen y la historia:
hombres creados de maíz, viajando hacia el amanecer, re-creando el fuego junto
con sus dioses que se lo ofrendan inicialmente, y descubriendo con ello su
origen vital en el sol; y es precisamente en esa ciudad donde intentan
recibir a sus dioses, después de un largo tiempo histórico:
“Cuando
llegaron a Tulán-Zuiva, dicen las antiguas tradiciones que habían andado mucho
para llegar” (Popol Vuh. Oveja
negra. 1987. Bogotá. P. 98).
La historia acontecida y narrada, se extiende
imperceptiblemente hacia una distancia muy grande acrisolada en el origen, es
pues la superposición del tiempo mítico en el tiempo histórico. La
espera por el amanecer es una tarea
paralela y complementaria a la de buscar los dioses, como realización de
una cultura en el tiempo y en un territorio:
“Nuestras primeras madres y padres no
tenían todavía maderos ni piedras que custodiar, pero sus corazones estaban
cansados de esperar el so l(...) !Vámonos, vamos a buscar y a ver si están
guardados nuestros símbolos!(...) Y habiendo llegado a sus oídos la noticia de
una ciudad, se dirigieron allá” (Popol Vuh. P. 96).
Los
hombres, creados por unos dioses, ahora tienen ellos mismos que
descubrir otros dioses; este hecho llama la atención, pues no es a los
dioses creadores a quienes los hombres van a adorar, sino a aquellos que
aparecen literalmente ante ellos, en un plano terrenal, en una
manifestación que se vuelve piedra, madero, tótem, imagen concreta del doble
humano, como cercanía encarnada a través de la cual ha de germinar el
sacrificio propiciador de la unión humana y divina. Ante los cuatro
progenitores salen pues sus dioses: Tohil, Avilix, Hacavitz y Nicahtacah, los
cuales acompañan el encuentro con el sol,
anunciado por la estrella matutina, “la brillante Icoquih”, que los europeos
bautizaron Venus. Y el dios Tohil los instruye para que busquen el
amanecer, les pide que hagan sacrificios (Popol
Vuh P. 103), y ellos viajan nuevamente de modo que la busca del amanecer es movimiento de ascenso de la cultura en
consonancia con el orden inescrutable del universo, pues los astros son
los héroes divinos que se levantaron contra la necesidad, en las dos
primeras partes del texto, pero a la vez, son la naturaleza pródiga y mortal,
que creó la condición de lo humano, alzada ésta como ethos para avanzar
hacia el reconocimiento del origen de su propia vida en curso. Autoconciencia y
destino, autoconciencia y unidad con el universo, se compenetran y explicitan
en el viaje tejido por el Popol Vuh.
Finalmente
se reúnen en una montaña llamada: Chi Pixab, las tribus y el pueblo
Quiché. Al ver hacia el esperado sol, afirman: “De allá venimos, pero nos hemos separado” (Popol Vuh. P. 104), y esto es dado en su conciencia de
humanidad, que se sabe inmersa en el infinito, pues se afirma que: “Reuniéronse allí y se ensalzaron a sí mismos”(Popol Vuh. P. 104). La altura de la
montaña entrega la dimensión del mar y al fondo, el sol, que quizás se oculta o
surge en la inmensidad. El texto construye una fábula figurativa de la unión de
la montaña con el mar, como la altura que permite contemplar el mar encerrando
aquel sol. En medio de la cercana salida del sol, los dioses les hablan para
pedirles que lo lleven a un lugar escondido, en los bosques, pero al mismo
tiempo la superficie de la tierra se seca:
“Semejante a un hombre era el sol cuando se
manifestó, y su faz ardía cuando secó la superficie de la tierra”(Popol Vuh. P. 109).
Bajo una plenitud de símbolos se concreta el
encuentro con el origen: de una parte el calor cristaliza a los dioses como
piedra adorada y oculta en los bosques, donde habitan variedad de espíritus (Popol
Vuh. P. 106), pero en la misma medida la fuerza del sol se patentiza en la
exaltación de una mirada humana que ha llegado a la cúspide desde donde
contempla y asume el amanecer: la montaña como ascensión que se entremezcla con
el mar, insondable y eterno, resuena en el alma humana. Y finalmente esa
conjunción de símbolos se retoma en
la fusión misma del sol con lo humano. Se consuma entonces el
encuentro entre lo que aconteció en las dos primeras partes del texto con
aquello que se desplegó en la tercera parte. Todo el proceso es de
calor y vida: se llega progresivamente a necesitar a los dioses que dan fuego,
como fuente similar a la del sol. El fuego es una pequeña muestra útil de lo
que produce el sol, pero está domesticado como calor, por obra de la entrega
que hizo Tohil a los hombres, que muestra simbólicamente el esfuerzo
humano en el tiempo y en su devenir histórico, por dominar con su labor e inventiva.
4.2 Quetzalcóatl,
símbolo de lo humano en el tiempo
XOLOTL ES QUETZALCÓATL EN FORMA DE PERRO. VIAJE A LAS PROFUNDIDADES |
XOLOTL EN FORMA DE TIGRE |
“El sabio: una
luz, una tea, una gruesa tea que no ahúma
Un espejo
horadado, un espejo agujereado por ambos lados
Suya es la tinta
negra y roja, de él son los códices, de él son los códices
Él mismo es
escritura y sabiduría. Es camino, guía veraz para otros”.
(En: La filosofía Náhuatl. Miguel León
Portilla. Unam. México. 1974. P 65. La tinta roja y negra refiere al color de
los códices)
Resalta entonces
la condición de luminosidad y de espejo que forma parte del atavío de dioses y
hombres y sirve para mirar las cosas, reflejarlas, penetrarlas a través de él.
Metáfora visual del conocimiento que no es gratuita, si entendemos la profunda
relación entre visión y conocimiento inteligible, que parecen compartir
distintas culturas por caminos singulares que las diferencian.
También en el
cuento La agonía de Rasu-Ñiti del
escritor peruano José María Arguedas, muere un danzant que celebra y
conecta las fuerzas del universo en su baile ritual, muere y sabe que va a
morir y se pone su atavío con el espejo en la cabeza, para dejar bailando este
mundo y entregar la posta al siguiente bailarín. El tiempo puede ser una imagen
que integra la muerte y la vida, en la ceguera de las profundidades donde baja
Xolotl, o un danzante que muere, o una serpiente que asciende hacia el vuelo
del ave, o la idea cristiana y burguesa del progreso que realiza primero el
Cristo, y después, como un sucedáneo, la modernidad europea. Y dentro de esos
horizontes ha habido lugar para tejer la historia de los pueblos, pero ahora
hemos de reconocer que no bajo un relato único, sino desde la diversidad de
concepciones y culturas. Sólo que hemos tardado mucho en hacer las
confrontaciones necesarias a ese relato único que propuso el cristianismo y la
modernidad del Occidente, debido a la imposición metafísica, económica, e
imperial de la cultura judeo-cristiana en nuestra América.
Se puede ver en
yuotube el video que pone en escena el cuento de Arguedas. (Video: La agonía de Rasu-Ñiti. Realizado por el
Conjunto de danzantes de tijeras: Los Cahuallacctas. Maestros costumbristas de
Provincia de Andamarca. Producción de CETUC: Centro de Televisión de la
Pontificia Universidad Católica de Lima. 2 PARTES. 1985.
5 Emergencia de la representación
visual e imaginaria en la representación histórica
La memoria como representación de las experiencias sociales y de las mentalidades colectivas, es una de
las orientaciones que conducen a la disciplina histórica hacia sus cercanías
tanto a la economía como a la sociología y la antropología. Marc Bloch por ejemplo señalaba que la
conducta humana, muchas veces, estaba dictada “por las misteriosas
profundidades de la vida espiritual del hombre”. (Tal perspectiva se hacía
presente ya en las obras de Marc Bloch, tales como: La Sociedad Feudal y los Reyes Taumaturgos. y de Lucien Febvre: Erasmo, la contrarreforma y el espíritu
moderno y El Problema de la
incredulidad en el siglo XVI). Conceptos como profundidad, inconsciente y cotidianidad orientan la obra de Fernando Braudel. Comienza
entonces la llamada “historia de las mentalidades” a abrirse paso, de la mano
de la historia social y de la cultura, en una atmósfera influenciada también
por las corrientes críticas procedentes de las ciencias sociales y las artes.
Según Solange Alberro (“La Historia de las Mentalidades: Trayectorias y perspectivas”, en Historia Mexicana,Vol 42, Núm. 2, oct-dic., 1992, p.336-337) una nueva variedad de temas invadió la solemne y racional producción histórica: “Fue entonces que las sociedades remotas o cercanas dejaron escapar de sus bien ordenados estamentos, clases y grupos, a sectores enteros, a grupos de individuos que hasta entonces habían quedado ocultos en su seno: las mujeres, los niños y los ancianos, los marginados en un abigarrado cortejo de locos, prostitutas, criminales, entre otros”. En fin, la historia amplió sus territorios al mundo de la vida y de los colectivos invisibilizados en las representaciones y practicas más afianzadas del saber histórico.
Según Solange Alberro (“La Historia de las Mentalidades: Trayectorias y perspectivas”, en Historia Mexicana,Vol 42, Núm. 2, oct-dic., 1992, p.336-337) una nueva variedad de temas invadió la solemne y racional producción histórica: “Fue entonces que las sociedades remotas o cercanas dejaron escapar de sus bien ordenados estamentos, clases y grupos, a sectores enteros, a grupos de individuos que hasta entonces habían quedado ocultos en su seno: las mujeres, los niños y los ancianos, los marginados en un abigarrado cortejo de locos, prostitutas, criminales, entre otros”. En fin, la historia amplió sus territorios al mundo de la vida y de los colectivos invisibilizados en las representaciones y practicas más afianzadas del saber histórico.
Los conceptos de
representación, imaginarios y memoria, han ampliado las referencias analíticas
a través de las cuales la historia comenzó a penetrar los territorios del
inconsciente humano y social. Según Paul Ricoeur (“l`écriture de l´histoireet la représentation du passé” dans Annales Histoires, Sciences, Sociales,
Julliet-aòut, P. 232)
la representación está ligada a las
prácticas de la memoria en la que el enigma
se da a la vez como presente al espíritu y como imagen de una cosa
ausente. Para Roger Chartier (“La historia hoy
en día: dudas desafíos, propuestas. En Ignacio Olábarri y Francisco Javier
Caspistegul, (La “nueva” historia
cultural: la influencia del posestructuralismo y el auge dela
interdisciplinariedad.Madrid, Complutense, 1996, p.29.) el concepto de representación permite aproximarse tanto
a la construcción de los esquemas mentales y de percepción a partir de las
cuales las personas clasifican, juzgan y actúan, como a las formas de
exhibición de los sistemas de poder y a la construcción de identidades.
Las formas de representación empleadas por los sistemas de poder (económico, político y religioso) son claves en la comprensión de los imaginarios sociales, entendidos como representaciones colectivas que rigen los sistemas de identificación y de integración social, y que según Juan Luis Pinto (Orden social e imaginariossocialesen.www.Upcomillas.es/centros/ documentos/pintos1. Pdf.) Hacen visible la invisibilidad social. Es indiscutible el atractivo y el lugar que gana esta temática en la historia, pero también en el conjunto de los saberes humanos y sociales. La recurrencia de estas nuevas búsquedas evidencian las precarias referencias teóricas, conceptuales y metodológicas con que el “saber objetivo” construía la idea de mundo social. En este sentido, la historia ha ampliado y profundizado los vínculos con la filosofía, la semiótica, la hermenéutica, las artes, la etnología, y las ciencias del lenguaje entre otras; desde estos enfoques, nuestra disciplina fortalece sus herramientas, para desplazarse desde la afianzada idea de progreso eurocéntrico, hacia un asedio más persistente del lugar de la memoria, de las imágenes, fantasmas y fantasías en la conciencia histórica que alimenta las practicas del mundo de hoy.
Recordemos que
ya hace dos décadas el historiador Germán Colmenares (Las convenciones contra la cultura. Bogotá, Tercer Mundo, 1983. Ps. 22, 23, 28,
29) se preguntaba por las convenciones y figuraciones de realidad empleados por
los historiadores del siglo XIX para narrar-fundar los acontecimientos de las
nacientes repúblicas. La interpretación de un conjunto de autores y sus obras
históricas le permitió a Colmenares señalar cómo nuestros historiadores
decimonónicos fundaban sus relatos históricos desde las convenciones clásicas e
ilustradas de Europa. En tal sentido, invisibilizaban y destruían las
experiencias históricas de los pueblos, para construir solo el relato exaltador
del héroe y el caudillo; el combate de la civilización contra las “turbas
miserables e ignorantes” y la temporalidad lineal de los acontecimientos
patrióticos. En síntesis, señalaba el autor la imposibilidad de nuestra élite
letrada de comprender, y por lo tanto de figurar y crear, relatos más cercanos
a los sentidos de vida e historia de los pueblos hispanoamericanos. Concluía
entonces que “el presente en Hispanoamérica no es prisionero del pasado sino
más bien de las imágenes construidas de este pasado”.
Solicito a mi resarcimiento masoquista por mis esbeltas secuaces sexuales de mi voyeurismo masturbatorio recatado para mantenerme casto de mis calumniadores quienes pretenden sabotearme de la paz del mundo que alcancé por mis encarnaciones divinas de las deidades pluriculturales del mundo y del cosmos como tambien del cristianismo y de mi nacion Guatemala por el motivo de que estoy exasperado y tambien desconsolado sexualmente por el fraude sexual que me juegan mis calumniadores por culpa de las calumnias de prevaricador consecuente a la calumnia de violador sexual masoquista por una necrofilia voyeurista popular frustrado por los tales para calumniarme de violador sexual victimario pero que nunca pudieron evidenciarlo debido a que soy exento de culpa. Me retractaron de disimulado sexualmente para resarcirme necrofílicamente con la calumnia por mis bastardas sexuales de mi remoto pasado. Mi resarcimiento masoquista no debe ser indirecto a mi voyeurismo hogareño porque únicamente me afana a ser patético como calumnia callejera de no ser hostigado facialmente.
ResponderEliminarPeerme abnegado del coito con saturarme semblante por la eminente silueta de los densos pantalones agudos de mis secuaces sexuales de mi transversal lubricacion indumentaria de mi rudimentaria investidura a mi oblicua fricción de un harapo por zarandearme extasiante por un prominente bate como juguete sexual de preservarme casto para convalecerme fidedigno de las suspicaces.
Cuando haya sido fatigado masturbatoriamente con mi voyeurismo masoquista en un lapso de tiempo prudencial, entonces necesitaré resarcirme coitalmente dorsal indumentariamente porque soy sodomita heterosexual para evitar calumniarme con la piratería desnuda sexualmente.
Atentamente:
Jorge Vinicio Santos González,
Documento de identificacion personal:
1999-01058-0101 Guatemala,
Cédula de Vecindad:
ORDEN: A-1, REGISTRO: 825,466,
Ciudadano de Guatemala de la América Central.