sábado, 26 de febrero de 2011

Mundo de la vida, Individuo y Globalización

Por Guillermo Pérez La Rotta
Departamento de filosofía
Universidad del Cauca


El mundo de la vida –por recordar lo dicho repetidas veces-  está para nosotros, los que vivimos en vela en él, siempre ya ahí, siendo para nosotros de antemano, es el “suelo” para toda praxis, ya sea teórica o extrateórica. A nosotros, los sujetos en vela, siempre interesados prácticamente de algún modo, el mundo nos está dado como horizonte, no una vez accidentalmente, sino siempre y necesariamente como campo universal de toda praxis real y posible. Vivir es constantemente vivir-en-la-certeza-del-mundo. Vivir en vela es estar en vela para el mundo, es ser constante y actualmente “consciente” del mundo y de uno mismo en tanto que viviendo en el mundo, es vivencializar realmente, consumar realmente la certeza de ser del mundo”.
Edmundo Husserl


"María llena eres de gracia",
 filme que se analiza en este ensayo, junto con otros

El carácter formativo de las narraciones
El título de este ensayo refiere a una implicación perseguida entre el sentido del Mundo de la vida que se manifiesta a través de la cultura, la sociedad y el individuo, y se confronta actualmente con los poderes del estado y el capital. En el contexto de un sistema de poderes mercantiles y políticos globalizados que avanzan y compiten por el control del planeta, se vive una dialéctica con la tradición, que ofrece ricas realidades humanas de vida personal asentadas en las culturas regionales.
Procuramos poner en escena esas implicaciones entre lo global uniformizado (político y comercial) y la vida cotidiana inscrita en los valores culturales. El intento busca mostrar que a través de la experiencia de la obra de arte fílmica somos capaces de entrar en esos Mundos de vida, para tomarlos reflexivamente en cuenta y contrastarlos con el orden global.
Toda narración construye una trama a través de las acciones que suceden a los personajes que la integran. Y resulta significativo que al analizar el desarrollo de la trama, se encuentren sentidos que incitan a descifrar la identidad de los personajes. La trama es una estructura narrativa cifrada que siempre da más de lo que ofrece a primera vista, motivando un juego de los signos que emana de las propias virtualidades edificadas por el relato. Por otro lado, trama e identidad del personaje, refieren a un mundo de donde proceden, pero en la misma medida a un universo que se autopresenta imaginariamente, y ostenta consistencia desde lo imaginario. Esta doble atribución de los relatos exhibe claves para nuestra propia comprensión y acción en el mundo. Y aunque el arte no transforma al mundo, tal y como lo hacen la política o la ciencia, ejerce una profunda experiencia en nuestra conciencia, que motiva a transformarnos y a actuar sobre la realidad, de acuerdo a unos valores que asumimos y renovamos a través de la reflexión estética.
En los filmes que analizamos a continuación, procuramos descubrir la identidad de los personajes, analizando la estructura narrativa y poniendo de relieve dentro de ella a las peripecias centrales que les ocurren. La peripecia, consiste en el cambio repentino de una acción, que teniendo un curso preestablecido por los hechos anteriores, genera una transformación novedosa en el destino de los personajes. Las peripecias son importantes en las narraciones porque aparte de generar una reacción emotiva en el espectador, conllevan a pensar el sentido de las transformaciones de los personajes, a descubrir cómo el mundo los afecta y cómo ellos responden desde su espontaneidad a esos desafíos. Las peripecias, tienen que ver con el estado del mundo en el tiempo y la posibilidad de que los personajes, al habitarlo, generen una dialéctica entre su libertad y las determinaciones mundanas.
Pero si esto es así, entonces interesa especialmente, para los efectos de este ensayo, demostrar cómo distintas peripecias narrativas se relacionan en un juego de correspondencias, refiriendo a nuestra actualidad, caracterizada por la globalización. A través de una indagación sobre la condición de los personajes, sobre su acción en distintos rincones del planeta, procuramos discernir unos aspectos significativos del estado del mundo, la economía y la cultura, en su referencia al trabajo y la educación. Al analizar la condición de los personajes de estos filmes, resaltamos la espontaneidad de todo ser humano, que se reviste de unas condiciones particulares inalienables que hacen parte de su libertad. Esa espontaneidad está siempre en juego de una forma ontológica e histórica, en el seno de una realidad que cambia globalmente por efectos económicos, tecnológicos y geopolíticos, en relación con horizontes de culturas regionales; en el contexto de un planeta que integra culturas y conflictos, no simplemente desde una realidad impersonal, sino en el escenario de unas relaciones intersubjetivas donde se juega el destino de cada hombre en la tierra.
Algunos relatos que analizamos en este ensayo, son documentales. El documental retrata personajes reales, y los muestra en su devenir, con un grado de autenticidad emanado de la vida humana entrelazada en el proceso narrativo. El género parte de la testimonial existencia de “éste” hombre irrepetible en el mundo, hacia el desvelamiento de ciertas atribuciones que le atañen. Y ha de transitar este camino, precisamente a través de la narración. Aun en su mayor neutralidad, al retratar a sus personajes, los vuelve objeto de una narrativa y una poética que entrega ciertos relieves de su ser. A la inversa, los personajes de la ficción son imaginarios, pero esa condición ha nacido de una observación y análisis de la realidad, a veces de tipo documental, que genera unos caracteres en el seno de una trama. La ficción conforma una narración que refiere a la vida del hombre en el mundo, para despertar a la vez su reconocimiento y reflexión en nosotros. A pesar de sus diferencias, los dos géneros tienen una matriz común: parten del hombre en el mundo para recrearlo por vías distintas, y en el camino de esa conformación edifican un tratamiento narrativo e imaginario que configura los personajes con atribuciones que les conciernen, y que van más allá de la cercanía y evidencia de una persona cualquiera que está ante nosotros en la vida cotidiana. Esa creación imaginaria, tiene atribuciones formales y estéticas, que despierta múltiples sentidos culturales; un relato a fin de cuentas, nos da una dimensión más profunda del ser humano, nos ofrece signos para entenderlo, y aún más, para descubrir verdades que estaban latentes o no existían en nuestro horizonte. Por eso podemos decir que un filme nos transforma, atribución que podría concebirse también, y bajo ciertas condiciones de la recepción y apreciación estética, para la experiencia de la obra de arte en general. Por ello, la crítica puede entenderse como un repetido encuentro de uno mismo consigo mismo, a través de un diálogo con una realidad cultural que le atañe, y como la posibilidad de ampliar ese movimiento en la palestra de una comunicación dialogada como la que aquí nos ocupa. Aún si un relato es anodino, o si reproduce una ideología manipuladora de la realidad (y entonces habría que preguntar bajo qué rasero consideramos que un relato es ideológico o manipula), en todo caso puede dar lugar para que hagamos una indagación a través de las falsedades que exhibe, que serán en este caso un contraste para que luzca una verdad.
Por otro lado, las tramas que surgen en las narraciones cinematográficas en cuestión, tienen una textura que refiere temporalmente al mundo, tanto porque se ejercen como un tiempo interno, propio del relato, como porque a través de ello, su referencia al mundo se proyecta en un horizonte histórico. Todo signo, toda situación narrativa, esconden la huella de un tiempo en proceso, de unos valores que provienen de nuestra historicidad, y aun más, siempre presentan un conjunto de sentidos que va hacia delante, hacia el futuro. Y esto ocurre así por una condición ontológica de la vida humana que es por esencia histórica. En los relatos que analizamos a continuación nos interesa especialmente descubrir referentes existenciales de jóvenes y niños, seres que tienen una experiencia singular de la temporalidad, por cuanto de una parte están atravesados por una tradición, pero se proyectan con mayor intensidad hacia el futuro, dado que son seres que encuentran en su interior, bajo múltiples maneras que se confunden en la vivencia, la novedad de ser en el mundo; y lo descubren y tienen ansias de vivirlo y conocerlo, a medida que se forman hacia un porvenir que tiene que ver con el propio hacer se cada hombre, pero también con lo esperanzado o amenazado de ese proyecto. En los filmes confrontados el proyecto en el mundo está ligado al trabajo y a la educación, a la formación del ser humano, y podríamos entender dicha problemática, desde el sentido que daban los filósofos alemanes a la palabra bildung, como formación del ser humano. Las narraciones nos proporcionan acontecer y peripecia para descubrir a través del análisis, cómo se forman hombres en distintos rincones del mundo, y para advertir también un sentido de formación en nosotros, espectadores. Todo ello, en el contexto de un planeta globalizado, que justamente reclama de nosotros la necesidad de afirmar el valor de las culturas regionales en un diálogo global.

La configuración narrativa de María
El título de esta película: María llena eres de gracia (2004), dirigida por Joshua Marston, testifica que la existencia puede llegar a colmarse de gracia. La identidad narrativa del personaje se configura en la necesidad de resolver su propia vida, motivada por las exigencias y límites del entorno social y familiar: en un pueblo cercano a Bogotá, ella se debate entre un trabajo en una plantación de flores que no le satisface, un embarazo fruto de un anodino noviazgo, y el requerimiento de dar dinero a su familia. El carácter de María surge documentalmente en el contexto de unos rasgos económicos y culturales de la región, como el cultivo de las flores y la alta tasa de embarazos entre las jóvenes; la hermana de María tiene ya un hijo que no es capaz de asumir, quedando la carga económica sobre ésta. El dilema de casarse o no casarse, la remite al requerimiento de ser ella misma frente al machismo de su novio, que le ofrece arrimarse a la familia de él, sin el ingrediente del amor. Ante la pregunta distante de su novio, quien le dice: “qué va a hacer”, como si el feto que lleva adentro no fuera también asunto suyo, la incertidumbre de María está respaldada por un movimiento de libertad. Justo cuando deja su trabajo y renuncia al aporte económico a su familia, se abre otro horizonte más amplio pero amenazador. El nuevo horizonte está igualmente en el contexto económico de la región, consiste en enrolarse para ser mula y llevar cocaína a Nueva York. La decisión es esbozada a partir de su comportamiento frente a la propuesta que le hace un joven recién conocido. De una parte la joven está determinada por el estrecho juego de oportunidades que se le presentan en su realidad, pues el contexto no presenta perspectivas de educación, ante la precariedad financiera de la familia que prácticamente ella sostenía. Si el estado del mundo la insertaba anteriormente en la cadena de producción de las flores que se exportan a Miami, ahora le abre una nueva perspectiva en la misma dirección geográfica, pero bajo un juego mortal de ingreso económico a través del tráfico de drogas. La película pone en escena, con actitud documental, la abrumadora determinación mundana, que cuenta siempre, ante la enfática necesidad correspondiente de la evolución de la persona. Y de la interioridad de María nace un movimiento de independencia que el relato enriquece progresivamente, frente a sus tribulaciones en Nueva York.
María tantea el negocio que le proponen, y  pregunta a Lucy, otra muchacha que ya ha viajado, cómo es el negocio, se arriesga a seguir su ejemplo, confía en resolver su vida a través de un dinero que llegará con esa aventura. Sigue a Lucy, sopesando que lleva tres viajes y no le ha ocurrido nada, ella le abre el camino para tomar sus propias decisiones, y será sacrificada después, cuando un paquete de látex se rompa en sus entrañas. El viaje de tres mujeres, Lucy, María, y Blanca, su amiga del pueblo, es una estrategia selectiva de los narcotraficantes, que narrativamente crea entre ellas una trama de conflictos y reflejos. Sus peripecias permiten mostrar un sentido de la muerte de Lucy conjugado con el abandono que descontrola a las otras dos jóvenes que permanecen a la deriva en la gran ciudad. María y Blanca, huyen de los traficantes de droga a quienes vieron sacar el cadáver de Lucy de un apartamento donde dormían. Pero el abandono encadena con la imperiosa necesidad de acercarse a Karla la hermana de la muerta, quien reside en Nueva York. Esa es la verdadera enseñanza que Lucy entregó sin saberlo a María: morir para ayudarla a sobrevivir en la urbe, a través de una hermana que hace años no veía. El debate entre recibir ayuda y revelar la terrible noticia a Karla, el apoyo que un colombiano tramitador de trabajos le ofrece a María y a su amiga, el conflicto entre las dos amigas provincianas, cada una tirando para su lado, como confusión abrumadora de los personajes ante la implacable ciudad, todo este movimiento de motivos y tropiezos, colman la existencia de las dos jóvenes, muestran su total inexperiencia, sus respuestas elementales para sobrevivir, indican el posible camino que sería quedarse en Nueva York, desde las suposiciones de Karla, que sabe que la gente llega para quedarse, o por el contrario, la posibilidad de volver a Colombia. Mas en medio de ese ir y venir de confusiones resalta como símbolo perentorio la existencia personal, en un movimiento flotante que no define aún el camino de María, y que ignora la honda huella marcada para el personaje: el embarazo, como lastre que orienta secretamente su gracia. El examen que realizan a María en un centro médico de Nueva York, otorga la verdadera dirección del sentido de su existencia, el ser que vive dentro de ella y puede escuchar desde el latido de su corazón, esa vida que se insinuaba como una contingencia detrás de su viaje, hasta el punto que se tragó esas barritas de látex con las que arriesgó su existencia y la del feto.
El embarazo de Karla marca un contraste frente al de María, aquella sabe a ciencia cierta que lo mejor para su hijo es nacer en los Estados Unidos, pero en cambio, el devenir de María muestra que también vale nacer en Colombia. Ella, como instrumento del narcotráfico, ostenta frente a ese mundo opulento y maldito, la gracia de rescatar un destino personal que le permite ser la que es en medio del juego fatal: no obtiene una gruesa suma de dinero, sino la certeza de su corta y prometedora existencia, la verdad de ser un poco más dueña de sí misma. El símbolo de sus derrotas y errores, lo que trae y lleva del mundo, es a ella misma, gana una circunspección, un movimiento interior, aprende a tener un ser vivo en las entrañas. Importa mucho que el relato, con su discreción documental que ilustra paso a paso el proceso de ser mula, haga intervenir a los que tienen el poder del dinero sucio, como unos titiriteros que saben hacer su negocio; pero esos hombres poderosos, están neutralizados por la narración, ante la parábola de la mujer que pasa por su negocio como por un cedazo que realza su gracia; mas ello ocurre bajo la necesaria sombra de una fatalidad que la rozó, bajo el azar donde se jugó en cierta forma la vida con su amiga. También el feto que llevaba en el vientre, como producto de su inconsciencia juvenil, hizo su parte: vino a salvarla en el peligro de entrar a los Estados Unidos, la rescató del sistema judicial de la potencia implacable. Ahora se trata de volver hacia el mundo que la metrópoli sólo alcanzó a reflejarle nuevamente, el mundo suyo: unos colombianos, que se han levantado en Nueva York.

Mundo de la vida y Vida personal
El filme remite en su narración al imaginario de gentes como María, y como los traficantes: gente rebuscadora e individualista que trata de conseguir dinero de una manera fácil, delincuentes de origen latino que reciben la droga en Estados Unidos, y el negociante de Bogotá, junto con sus allegados. La relación entre todos ellos exhibe una violencia contenida alrededor del lucro astronómico que procura la venta de la droga y la utilización estratégica de las mulas humanas. El cálculo de mandar varias mulas en el avión, tiene una consecuencia prolongada y profunda que afecta a las dos jóvenes, y el rescate del dinero por parte de María y Blanca, ostenta un cariz singular que ilumina la valentía e ingenuidad con que reclaman su dinero ante unos delincuentes que bien podrían no entregarles nada y matarlas; pero entrar en la boca del lobo significaba la posibilidad de volver a Colombia y ayudar a pagar los gastos del entierro de Lucy. De este modo, el orden violento, impuesto por el mercado ilegal de la droga, está vuelto hacia la configuración del espíritu de los personajes, en especial de María; y el mundo como un mecanismo general, y bajo aquel sesgo que tiende a desintegrar a los seres humanos, es en todo caso referido dialécticamente a la libertad y singularidad de la persona. Y no por una idealización narrativa que traicione esas determinaciones del mundo, sino porque, bajo cualquier circunstancia, interesa sobremanera la autenticidad del Mundo de la vida, aquel universo compartido donde, en medio de un sistema económico que tiene límites y posibilidades, los seres humanos son capaces de ser ellos mismos en cercanía solidaria, a través de lo que su propia cultura les ha donado para asimilar creativamente. Las relaciones de las dos jóvenes con los colombianos que las acogen y ayudan en la metrópoli, así lo demuestra. Karla y el tramitador pertenecen a una red de individuos que se proyecta hacia la búsqueda de trabajo del inmigrante, ya sea cuidando niños o manejando un automóvil. Y es una cadena laboral que, inscrita en Nueva York, refleja y aporta elementos de nuestra propia cultura que, inscritos en la urbe, generan un modo de vida. Pero el sentido solidario se define aquí en función de la necesidad de volver a Colombia: la muerte de Lucy, que pasa por el duelo y la ayuda económica para su entierro, es un doloroso camino hacia el retorno a casa de María y Blanca, y volver a Colombia abre el futuro, pues en todo caso ellas ya no son las mismas de antes.
La película resalta, junto con aquellas que analizamos en este ensayo, esa posibilidad de individuación que tenemos los hombres ante condiciones como la globalización económica y cultural, que tiene en nuestro país una de sus caras inquietantes: la inserción histórica de Colombia en el mercado de las drogas. La historia de María, que es la de miles de colombianos, se enmarca en la evolución de nuestro reciente capitalismo, que en su desarrollo ha combinado la producción de bienes de ciclo corto como el caucho, el cacao, la quina, el añil o la coca, alternando con aquellos de ciclo largo como el café. Ambas series se inscriben históricamente en el mercado internacional, de acuerdo a los requerimientos del primer mundo y a las posibilidades de los países latinoamericanos. En su evolución expresan las desigualdades socioeconómicas al interior de nuestras sociedades latinoamericanas, pues la búsqueda de oportunidades en torno a productos como los mencionados, exhibe la lucha de sectores medios y bajos de la sociedad latinoamericana que en su momento buscaron una fuente de sustento, y finalmente el ascenso económico y político generando violencia y corrupción, pero igualmente motivando transformaciones que todavía no acabamos de comprender hacia el futuro. Vamos a proponer a continuación unas intertextualidades con otras películas, en torno al trabajo y la educación, desde dos direcciones: el mundo de la vida propio y el movimiento global de comercio.

Cuatro hijas de Belén: Mundo e identidad femenina
En el documental Las cuatro hijas de Belén, (que integra junto con otros En el mundo a cada rato-2004) realizado por Javier Corcuera, que retrata la vida de cuatro mujeres en el barrio Belén de Iquitos, se aprecia cómo la existencia de los personajes está forzada por la necesidad de abrirse un camino a través del trabajo, porque la posibilidad de educarse formalmente queda truncada ante la escasez de recursos económicos. El relato entrelaza la vida de una anciana llamada Eusebia y tres niñas que venden comida en el mercado de Belén. En ciertos aspectos, las niñas repiten el acontecer de Eusebia, pues al igual que ella, no pueden educarse. La narración documental sitúa una peripecia fundamental, que abre el horizonte del pueblo y de los personajes, en las orillas del río Amazonas, y desde la germinal situación de la anciana: su abuelo, dice ella mientras moldea una cerámica, la mandó a Belén para educarse, pero el destino fue otro, lo apreciamos a lo largo de la narración, en su trama personal tejida en relación con la temprana apertura al mundo de las tres niñas vendedoras. Esta problemática vuelve simbólico al futuro, pues las jóvenes repiten una situación fundamental de la anciana, pero se entregan a un mundo que en todo caso está cambiando bajo una tensión entre modernidad y tradición, y se proyectan nuevamente en su deseo de estudiar. ¿Cuáles son pues, los aspectos que sobresalen como símbolo del paso del tiempo?
La visión del pasado está inmersa en el presente a través de los recuerdos de Eusebia que contrastan con los comentarios de las niñas sobre su presente. Al rememorar su vida, la vieja mujer testifica que los maridos hacen hijos y se van, y las mujeres luchan solas para sacar adelante a los hijos, como se aprecia con la madre de una de las niñas, que también repite la historia de la anciana. Eusebia cuenta que el abuelo le enseñó la lengua ebera, como tradición perdida ante una modernidad que intensifica el mercado y agranda la ciudad, pero que no controla la higiene, pues los chulos se paran en las calles y tejados. El conocimiento de las yerbas, los cantos de los pájaros que revelan una naturaleza permanente para ella, y conectan el presente con su vivencia anterior, es una significación elemental que el relato logra transmitir, cuando la anciana imita el canto de las aves, y luego, hace metáforas, poesía que transmite la presencia interna de aquel mundo en el tiempo que se queda con ella, presidiendo el filme hasta su final.
Mas el presente mira a su vez hacia el pasado y lo retrotrae bajo la existencia que labran las tres niñas en el mercado, presidido por un altavoz que hace ofertas cotidianas. La voz de una niña anunciando la venta de masato, arrullando a la vida, es un contrapunto con los viejos cantos de Eusebia. Y la abigarrada muchedumbre de la calle, los niños cargando racimos de plátanos, el esparcimiento dominguero en la ciudad, donde las niñas contemplan a otra jovencita hacer su espectáculo con una culebra, todo ese universo es un acontecer actual mediado por el trabajo; el ser de las mujeres es hacendoso, en eso consiste su vida, en peinar a la vieja, en hacer el masato, en organizar los huevos de una forma vistosa, en limpiar el pescado, y así como Eusebia permanece en el tiempo con su mundo que la ronda desde dentro, las niñas permanecen en su presente y actividad, abriendo su entorno conocido y discernido moralmente por sus testimonios orales: Belén es también la violencia callejera y la prostitución de otras niñas, que se van por el río. Y bajo una acción que vuelve y suelda tradición y presente, la vieja nos cuenta de las yerbas que tiene en su huerta, para el amor o el dolor de estómago, pero baja a venderlas en el mercado, y toma el masato de la niña. Mas ese universo al lado del río, que va y viene entre el pasado y el presente, entre la acción de la vieja que retrotrae su experiencia y las niñas que mentan su actualidad, exhibe una frustración, una peripecia fundamental proyectada en los deseos que no se cumplen, en una temporalidad que se debate entre retomar lo que la tradición entrega y la imposibilidad de abrir con mayor creatividad el futuro, ante la ausencia de educación. De ese modo, el ser de las niñas se define por su relación con el trabajo que las exalta, y ahonda incluso en el valor ético frente a la prostitución, testimoniado con emoción por una de ellas. Pero frente a esa definición de la existencia permanece la contingencia de su posible y amenazada promesa: ellas aspiran a ser más de lo que son, sin que ello signifique negar su condición. Al final el relato resalta el valor fundamental del río y las tradiciones, cuando la anciana navega por las aguas, y nuevamente canta en lengua, transmitiéndonos un misterio que en todo caso, opta por arrullarnos con una vivencia interior en comunión con el río, la selva y el cielo, que afirman el valor de una vida ofrendada y protegida por lo femenino.

En El destino (2007), documental dirigido por Fernando Ramírez, se combinan tres historias de unos jóvenes que habitan en la región de Sumapaz, cercana a Bogotá. Nuevamente, el carácter de los personajes se define por referentes semejantes a los otros relatos en cuestión: la necesidad ineludible de trabajar perfilada desde la educación, y la convergencia del trabajo con la propia existencia, pero igualmente, la conexión de aquello con la determinación histórica y temporal de la sociedad que enfrenta a los personajes a tomar sus propias decisiones. En ese camino, surge y se reafirma la problemática de educarse, esta vez, bajo el prisma de una afortunada iniciativa que, por gestión de un líder de la región, tramita la creación de un colegio que permite volver a los jóvenes campesinos sobre sus referentes fundamentales: la agricultura y la cría de animales. Pero igualmente, la región, en su relativa autonomía, tiene que mirar hacia fuera, hacia la ciudad que ofrece más oportunidades, y atrae el destino de los personajes. El relato, sigue a estos jóvenes a través de un año, hasta que llegan a su grado de bachilleres, para interrogarse junto con ellos, sobre su camino en la vida. Narrativamente, la vida encuentra peripecias y rumbos que generan un juego entre las expectativas de los seres y el mundo que les entrega oportunidades y limitaciones: Diego tiene vocación de cuentachistes, pero ante el fracaso para asistir a un programa humorístico de televisión, descubre otra vocación latente en él cuando se enrola en la policía; pero esta decisión es una resonancia interna, que tras las determinaciones de la realidad, le llevó en otro momento a acercarse a los guerrilleros de la zona. Teresa busca su rumbo en una plantación de flores, que en cierta forma reproduce su mundo rural de Sumapaz, pero aspira a ahorrar para entrar en la universidad. Y Luis Gerardo aprendió a trabajar con los animales, y procura entrar en el Sena para convertirse en veterinario. En el interregno de aquellos destinos, descubrimos su vida cotidiana, las fiestas, los flirteos, los aprendizajes académicos, el mundo de la escuela y de la familia, que marca cierta autonomía frente a valores de la ciudad, porque las modas urbanas intimidan a los muchachos provincianos, porque la ciudad impone estereotipos en el vestir y el actuar que discriminan ante actitudes provincianas, o porque los citadinos no aprecian que el trabajo campesino produce la comida que los alimenta. El polo de desarrollo urbano, como un elemento clave del proceso de nuestra modernización, genera tensiones y contradicciones entre el campo y la ciudad. De esta manera, los posibles beneficios del desarrollo económico se centralizan  sobretodo en las ciudades, proponiendo la homogenización de valores, o la exclusión de otros, provenientes de lo rural. Aunque el director del colegio y los campesinos desean quedarse en su tierra para progresar con sus familias, en un bello entorno de naturaleza, la tendencia de la economía y la educación se centraliza en la ciudad. Es la alternativa entre quedarse echando azadón u ordeñando vacas, y convertirse en policía. O la posibilidad de ser un veterinario que idealmente volverá para ayudar a su región. O la alternativa entre quedarse en el hogar haciendo labores tradicionales en la cocina y salir a las plantaciones de flores a trabajar. Sin embargo, en el horizonte de todas aquellas alternativas, relucen los personajes que habitan ese mundo, proyectando su libertad y conciencia en el mundo. Nuevamente resalta, con su valor ontológico, la vida, que apunta siempre a lo que puede ser, a la incertidumbre, enmascarada bajo una peripecia o un obstáculo, y donde la existencia humana tiene la ocasión de ser.

En la película Las tortugas también vuelan (2004), realizada por Ghobadi Bahaman, se afirma la creatividad infantil frente al pensamiento de los viejos que representan la tradición, así como la relación entre la globalización y la cultura local. Al interior de los conflictos y acercamientos entre dos grupos de niños, se proyecta el drama de las guerras entre etnias y países, entre naciones y el imperio, que abruma con violencia implacable. Entonces las respuestas son variadas, todas resaltan la espontaneidad infantil: la esperanza y la creatividad, la reflexión o la predicción del futuro, enfrentadas al dilema de vivir o morir, que se impone desde la realidad atroz hacia la conciencia infantil de los personajes. Las acciones están repartidas entre dos grupos: aquel de Satélite, el joven líder que instala antenas de televisión y orienta el comercio de minas en la región, junto con sus amigos que le colaboran, y los tres hermanos que viven en un campamento de refugiados: un niño de unos cuatro años, una muchacha llamada Agrrine y un joven sin brazos que bordean la adolescencia. La narración construye múltiples peripecias que afectan a los personajes y sus decisiones, pero estratégicamente hay una peripecia fundamental que determinó a los tres refugiados: la vecina guerra de turcos contra kurdos donde murieron sus padres, con la consecuencia de su huida que los lleva hacia la aldea donde vive Satélite. Dicha peripecia, transforma a los refugiados y los proyecta en el tiempo, abrazando como una ola a todos los personajes. Al conocerlos, Satélite intentará acogerlos, atraído por la niña, pero quedará impotente ante el poder abrumador de los hechos.
Pero las acciones que marcan el encuentro de Satélite y sus amigos con los forasteros, surgen de un contexto general: la posibilidad de supervivencia siempre amenazada por una realidad ominosa, posibilidad que crece bajo las dotes de Satélite, repartidas entre sus talentos: las frases en inglés, el interés por unir al pueblo con el mundo a través de la televisión satelital, y de allí su apodo; y la recursividad para recoger minas o comprar armas cuando la guerra se acerca. El liderazgo de Satélite sobre una multitud de hombres y niños, motiva la tensión entre la tradición del Islam, presidida por viejos jeques que le piden ayuda para ver el noticiero, pero prohíben ver mujeres semidesnudas en la TV, con una modernidad proveniente de Occidente que se proyecta a través de la tecnología y que aparentemente globaliza la aldea. En verdad bajo esa apariencia informativa, hay otra tensión fundamental: la guerra que se avecina, que enfrenta los intereses del imperio dirigido por George W. Bush con la dictadura de Saddam Hussein. De este modo, los esfuerzos de Satélite por conectar a la aldea con el mundo a través de la televisión, exhiben dos caras que discrepan: de un lado las anodinas imágenes de carros, mujeres o moda que pasan indiferentes ante la pantalla con el cambio de canales, y de otra, la amenaza definitiva de la guerra que se cierne sobre la región.
Esa guerra que viene, es el eco de otras que  ya acontecieron, las viejas guerras que el relato no nombra explícitamente, quizás la de Saddam Hussein con sus vecinos Kurdos, producto de las cuales, en la aldea se esparcen restos de tanques de guerra y otra chatarra bélica, así como minas en los campos. La chatarra permite sobrevivir a Satélite y sus amigos, recogiendo minas que han de servir para un mercado negro de armas que circula en la ciudad más cercana. De este modo, lo global que media a la región se vive como guerra pasada y futura, y en el interregno, su influencia es asumida como forma de trabajo por niños que viven de las minas estadounidenses que recogen y venden. El carácter de los personajes resalta creativamente con espontaneidad infantil, como eco del contexto de la guerra, y se relaciona dramáticamente con los tres refugiados que llegan a la aldea. Al encontrarse con ellos, el grupo de satélite se encuentra con fatalidades que ponen a prueba su capacidad para valorar la vida y llevarla adelante. Este es el conflicto principal del filme: meditar si vale la pena vivir en esa realidad, reflexionar como Hamlet sobre la contingencia y libertad del ser humano, frente a la maldad que cercena toda posibilidad de esperanza, interrogación que se desdobla entre las acciones y pensamientos de la niña y de su hermano mutilado, y que toma un curso mortal. De cara a la condición heroica de Satélite, se estrellan aquellos refugiados, ellos le enrostran la tragedia, y él trata de acogerlos, saltando por encima de las heridas que esconden en la profundidad de sus almas. Ve en Agrrine a una linda mujercita que podría ser compañía, no sabe que está muerta por dentro, y  entonces le entrega gestos de amor, rescata al niño que ella quiere matar, les regala una máscara antigas, se lanza a un lago por ella para buscar peces, y le transporta el agua en su bicicleta.

En el contexto de la guerra que se avecina, el joven sin brazos y su hermana debaten sobre abandonar al niño menor y seguir su camino, al fin de al cabo el muchachito es hijo de los asesinos de sus padres. La moral del Islam asumida por el joven, intenta rescatar a su hermana de su pesimismo: hay que acogerlo como un hermano. Pero Agrrine no puede tomar un papel de mamá o hermana, frente al inocente, pues junto a la carga que el pequeño representa, evidencia su impotencia y rechazo. ¿Porqué cuidar la hijo de los asesinos de mis padres? Ya tengo bastante con mi desgracia para cargar con el hijo de los autores de mi desgracia, sería el razonamiento de la niña; ella no puede ver la inocencia del niño, que el relato atestigua con creces, porque ya no ve nada inocente en el mundo. Esa es la consecuencia de su sufrimiento, está atravesada psicológicamente por el poder destructor de la maldad. Intenta huir sin el niño abandonándolo en un campo donde hay minas, pero Satélite lo rescata, hiriéndose su pierna, y el niño quedó intacto, como ejemplo de la gracia que lo caracteriza. Entonces, ni se va, ni se aparta para dejar sólo a su hermano, sino que se queda y acaba con todo. Todo ello es el resultado de la pérdida del sentido de la existencia. ¿Por qué? Quizás porque era necesario irse junto con el hijo de los asesinos, acabar de raíz con la vida en un mundo maldito, no exactamente como una venganza, porque el bebé es inocente, sino más bien como la necesidad de extirpar todo ese nudo, ese cruce de destinos que hay entre los asesinos de sus padres y ella,  donde en medio está el niño, agobiándola con una existencia insoportable, con una existencia que ya perdió su sentido. Ante la maldad que sobrecoge, no hay moral que valga, podríamos pensar, porque la maldad destruye toda posibilidad de fe en la existencia. En el contexto de una realidad miserable, hay un límite misterioso entre perder toda fe en la vida y tenerla aún, que depende de cada persona, y aunque la vida siempre es muy fuerte, tiene por donde quebrantarse y llegar al suicidio.
Aún tendríamos que ir más allá en nuestras interpretaciones. La narración pone en una escala gradual las respuestas que diferentes niños entregan frente a la condición de la realidad, en una guerra que pareciera acabar con toda esperanza. Y lo hace drásticamente desde el punto de vista infantil, porque los viejos tienen otra visión del mundo añejada por su larga existencia, ya saben de muertes y están acostumbrados a una vida que no entrega mayores intensidades para maravillarse y novedades para descubrir; en cambio los niños tienen todo que hacer, manifiestan en su espíritu promesas y exaltación como horizonte de su existencia. Ese estado del alma es el que el filme consagra a través de las posturas existenciales de los jóvenes personajes. Y la hace precisamente frente a una realidad atroz que pone a prueba el espíritu infantil: la guerra, la pobreza, y el abandono. De una parte la narración es esperanzadora a través de la inteligencia y las acciones de Satélite, quien soluciona problemas y se prepara ingenuamente para la guerra, volviéndola en juego, sin saber cómo abruma, al final lo verá cuando entran los soldados estadounidenses por la carretera y la niña se ha suicidado después de matar al pequeño. De otro lado aparece una dimensión de la infancia en ese inocente, que debiera morir, en criterio de la niña, pero que desde su inocencia, pasa como agua en un cedazo ante la realidad del mundo, entonces juega con una máscara antigas, y grita jugando por entre un arrume de tubos donde se esconde un explosivo; mas entre la claridad de su gracia se manifiesta también una herida profunda con la exclamación que llama a la madre cuando se siente sorpresivamente abandonado. Ese abandono, es como un eco de aquel que se esparce por el mundo y él a vivido a tientas, bajo el relativo cuidado de los otros dos huérfanos. La situación límite del niño caminado al lado de una mina, y Satélite intentando ayudarlo, lleva al extremo el contraste entre la inocencia y la amenaza que representa el mundo, inocencia que le ganó una penúltima partida a la fatalidad, antes de que la niña lo lanzara al lago amarrado a una piedra. Aquel lago, que tiene un sentido simbólico, porque no trae peces para comer, como supone Satélite cuando se tira al agua en honor de la niña, trae en cambio el recuerdo de la muerte que Agrrine vivió con su hermano la noche que mataron a sus padres, y allí debe morir el hijo de sus asesinos, junto con ella, para exterminar de una vez por todas esa realidad insoportable. De este modo, el relato contrasta los signos de vida con la muerte perentoria que habita hace tiempo en su espíritu. Frente al abismo por el que se tira hacia el vacío, aún voltea a mirar hacia atrás, quizás suponiendo que alguien viene a auxiliarla, o mirando en todo caso la realidad por última vez, la que deja atrás para acabar con su sufrimiento, esa que al inicio la narración nos promete mostrar, a través de la visión desesperanzada de ella, y que llega hasta este remate que se repite, como insistiendo en el simbolismo de una muerte que gana la partida, a pesar de la maravilla del delirio infantil por la existencia.
Y por otro lado está la entereza de un niño templado por el infortunio, cómo réplica de una enseñanza contrapuesta a la de su hermana. Lo que salva a este joven es, de una parte que no ha perdido, por gracia de una fortaleza espiritual que asume el destino, la capacidad de amar, como lo muestra el relato cuando acoge al niño pequeño, lo atiende y lo alimenta con su boca. Es su limitación física la contracara formativa de su espíritu, que puede valorar la vida con una hondura perdida para su hermana. Y ese amor que se mantiene en él se refleja como esperanza en el corazón de Satélite, cuando mira a la niña con el Eros en los ojos. La prueba de que ella ha perdido toda esperanza está en que ya no puede interesarse por ese muchacho, y que cuando él se tira al lago en señal de reconocimiento, ella encuentra en ese gesto el asesinato de sus padres en un lago, como aquello que la atraviesa en su realidad actual. El mensaje cifrado que recibe Satélite de su amigo cuando reposa herido en un viejo tanque de guerra, es un pez que nada en una bolsa con agua rojiza, un pez que proviene de otra parte distinta al lago, de los Estados Unidos, como signo de la muerte confabulada globalmente contra la esperanza que representan para Satélite los peces del lago. La muerte enseñoreada por todo el planeta. Pareciera que Agrrine y el mundo, nos dice el relato, no tienen futuro, y al morir ella, pone nuevamente a prueba a su hermano y a Satélite, deja en suspenso la proyección esperanzadora del futuro de esos dos niños, bajo una imagen aterradora: los soldados estadounidenses entran en la zona como salvadores. La muerte de la joven y el pequeño, converge con la herida reciente de Satélite, con el dolor del niño sin brazos, y con la derrota de Sadam Hussein. Aquel aparece frente a la carretera viendo pasar los tanques de guerra, y probablemente sus recursos aparecen paralizados, ante la realidad abrumadora. Pero, en medio de la desesperanza que esta narración exhibe, brilla la creatividad de los niños, quienes de una forma radical, muestran que las tortugas también vuelan, que la realidad puede ser muy pobre o miserable, que puede ser incluso indigna, y que sin embargo ante ella la vida brilla y lucha con amor y creatividad.

El sistema económico mundial
Las narraciones ponen en escena, como condición fundamental, el universo del trabajo y la autorrealización. Se trata de una dialéctica en la que las condiciones globales operan bajo la ley de la libertad de mercados, propia del capitalismo neoliberal, y que afecta esencialmente la posibilidad de autorrealización de las personas. La fuerza irresistible del mercado, la liberación de todo límite al comercio, que requieren las grandes conglomerados industriales y financieros para su crecimiento indefinido, ostenta una tendencia descollante: el provecho de los poderosos y el ahondamiento de las desigualdades entre regiones y clases sociales. Pero no es sólo la desigualdad inmanente al sistema de mercado, sino también su impersonalidad que todo lo comunica exclusivamente por la ley de la equivalencia monetaria, y que a través de su reglamentación impone la homogenización cultural y mercantil, relativizando valores y tradiciones culturales. Y más allá de las reglamentaciones que regulan lo legal y lo ilegal, el sistema capitalista genera violencias que responden a la ley del mercado, como ocurre con el tráfico de drogas que transformó culturalmente a Colombia en el curso de cuatro décadas, con implicaciones que aún estamos viviendo, sin poder discernir sus consecuencias hacia el futuro. Ahora bien, dicha confrontación entre el sistema capitalista y los mundos de la vida particulares, es dialéctica, genera contrastes significativos, respuestas creativas, afirmaciones que las culturas realizan, a través de las acciones de pueblos enteros o individuos, como lo pudimos apreciar en los relatos analizados, y los ejemplos se evidencian también en la muestra objeto de este seminario. Ante la impersonalidad mercantil resalta esencialmente la comunicación intersubjetiva de los personajes que asumen sus recursos para inscribirse creativamente en el sistema global del mercado

Mundo de la vida, Tradición y Valores
A través de la apreciación de las películas, hilaremos significaciones que van de los caracteres descubiertos hacia la tradición que los destaca, y de ésta hacia el sistema mundial del mercado, en una dialéctica histórica y conflictiva, que en todo caso ilumina valores para afirmar. Resuena en nosotros la comunicación con esos caracteres porque a través de la participación narrativa, expresa la magia interesada en saber qué pasará con un personaje, y es que de ello depende una evidencia mundana: que un camino distinto del nuestro, guarda una semejanza en su gesto fundamental ante el destino. Es entonces, la ternura de las niñas de Belén, que nos acerca a ellas, al igual que la majestad de la anciana en el río. La vida comercial de Iquitos se entrecruza con una tradición representada en el ethos de la anciana: las yerbas, los cantos ancestrales, la cerámica y la comunicación con una naturaleza envolvente y esencial. Pero ese mismo río está abierto al comercio y al cambio que entra por él. No sólo en las mercancías sino también en las posibilidades del viaje, signado por el abandono de los padres o las niñas que se van de prostitutas. Participamos igualmente de la posibilidad siempre presente de que en medio de la amenaza del mal, alguien pueda salir adelante, y retomar el curso de su vida. Pero igualmente, el hecho de que la omnipresencia del mal, implica asumirlo como condición del mundo, a la que se enfrenta nuestra libertad valorativa y activa, con tal intensidad que puede motivar de parte nuestra el suicidio o el delito. Esa libertad siempre recoge lo que puede de acuerdo al individuo y sus decisiones frente al mundo: mientras la jovencita de Las tortugas recuerda para traer doblemente la muerte a su existencia desolada, la anciana de Belén recuerda para vivir con plenitud su presente. El mundo de los viejos en Las tortugas, parece en suspenso, tras la guerra y el esfuerzo heroico juvenil. Vemos a esos niños y jóvenes oscilando entre guerras y viejos tabúes morales. Mas surge un elemento crucial, proveniente de la tradición, apreciado a través de la actitud ética del niño sin brazos que puede realizar su amor contrastado con la destrucción del alma de su hermana. La tradición está presente también, y bajo matices actuales, entre el posible arraigo a la tierra de los campesinos de Sumapaz exhibido en El Destino, exigido siempre por las necesidades de abrir un mejor porvenir en la ciudad; o negativamente, en el desarraigo que ostenta un filme como María, que muestra cómo el campo circundante a la ciudad de Bogotá es permeado por el narcotráfico y depende del comercio de flores, como uno de sus negocios principales. Son diferentes Mundos de la vida que afirman sus valores tradicionales, a través de lo que ocurre a los personajes que participan de ellos, en una dialéctica más amplia con el sistema de mercado global. Y lo que en todos los casos se juega en esa dialéctica son los valores afirmados por individuos frente a su entorno cercano y lejano.
Como trasfondo libertario a un comercio de minas en Las tortugas, que es una respuesta a la pobreza, está la verdad trágica del amor, y un sistema de solidaridades juveniles que es arrasado por las condiciones del mundo, pero que proviene de la tradición, y en esa medida se convierte en una verdad trascendental. Junto al amor y la solidaridad se expresa una tonalidad de la vida esperanzadora propia de la juventud, condición llevada al extremo de intensidad y contraste en el filme de Las tortugas. Y ese mismo amor surge, como exaltación de la vida en las mujeres de Belén y en María, apareciendo en este filme como una resonancia que finalmente el personaje asume en su gracia ante la aventura. Amor que tiene matices culturales referidos a una condición general: la exaltación espiritual de la vida, protegida y donada por lo femenino, de una vida que todavía se siente parte de la naturaleza como apreciamos en las hijas de Belén, y que afirma la posibilidad de quedarse en la tierra, para trabajar en ella, como apreciamos en el documental Destino, cuando asistimos a un tratamiento veterinario que enseña a trabajar con los animales, metiendo los brazos en las entrañas de una vaca, o a un campesino que mientras ordeña la vaca comenta sobre el desconocimiento de los valores del agro por los citadinos. En el extremo opuesto de esa valoración sobre la naturaleza se encuentran realidades apreciadas en filmes de la muestra exhibida, como La pesadilla de Darwin, porque allí se manifiesta la necesidad de comerciar con desperdicios que resultan de un pez depredador sembrado en el Lago Victoria por el hombre, mostrando con ello los desequilibrios ambientales que se ahondan en la fase actual de la globalización. Y aun más, porque dicha globalización apunta a una fase desalentadora en extremo que tiene su sentido para el comercio: la guerra que se hace en función de apropiarse del petróleo, como una forma de mantener el poder del Imperio durante el siglo XXI, guerra alimentada y ejercida desde un lucrativo comercio planetario de armas que ocurre de manera legal e ilegal, bajo la protección de las naciones productoras de armamento. Pero insistamos en algo fundamental para nuestra reflexión: es en el seno de valiosos procesos intersubjetivos, signados por valores culturales, que el sistema capitalista global encuentra su réplica dialéctica, a través de un entrecruzamiento histórico y en evolución. Y es importante pensar que ese sistema mundial de comercio pueda ser regulado en alguna medida, a través de políticas globales y de acuerdo a  reconocimientos regionales y ambientales, lo que se convierte en una utopía política para trabajar hacia el futuro, entre otras perspectivas, a través del aporte valorativo de las culturas regionales.

Educación para la juventud: Utopía y Realidad
Un elemento sustancial que integra los Mundos de la vida presentados en los filmes, lo constituye la educación, como tarea formadora de la juventud. Pudimos apreciar los contrastes entre Las hijas de Belén y El destino, o María y Las tortugas, que indican un gran vacío global, ahondado cuando los Estados, determinados por la ideología neoliberal, intentan restringir la educación como una política pública para acentuar la privatización. Pero la gran diferencia entre El destino y otras películas, es que a través de las situaciones mostradas en aquel documental, se aprecia cómo la educación habría de proyectarse sistemáticamente como horizonte de vida y formación. A través de un giro fundamental motivado por un viejo líder comunal, la educación es perspectiva de los personajes hacia su futuro, así como intención de aprender para quedarse en la región. Y dicho giro está signado por la presencia de una guerrilla en la región, lo cual demuestra que la respuesta hacia la educación es apenas una primera intención comunal, frente a un conflicto amplio que determina desde hace medio siglo la vida nacional. Por ello la idea del colegio El destino, aparece signada por cierto idealismo. Es una utopía difícil de realizar porque, aparte de arrancar vidas juveniles a la guerrilla, el desarrollo del saber deriva en todo caso de la fuerza atractiva y absorbente de una urbe que crece bajo la ley del capitalismo, sin que el Estado quiera planificar el desarrollo democrático y productivo en el campo, o se busque estratégicamente revertir la educación hacia los proyectos de vida en el campo. Y si hay atisbos de una política agraria nacional, se advierten como desarrollo integrado al mercado externo capitalizado por grandes conglomerados (el interés gubernamental por el TLC, la palma o los biocombustibles son ejemplos de ello), y en el marco de la violencia que en los últimos decenios concentró aún más la propiedad de la tierra. Pero junto con la escuela, el pilar que destaca este documental lo constituye la familia, ostentando lo que representa la cocina, la productividad familiar, y las viejas costumbres mediadas por la televisión y sus imaginarios (la revista TV novelas o el programa Sábados felices). Pareciera que ese pilar tan fundamental de la familia, debe ser proyectado hacia la consecución de metas urbanas, que al mismo tiempo que se afianzan en ella, la desbordan, pues el proyecto de vida de los jóvenes tendrá que ser en la ciudad, aunque las familias utópicamente quisieran tener a sus hijos produciendo en el campo. En contraste, los otros filmes objeto de nuestro análisis, muestran una familia que aparece relativa a un conflicto que implica alejarse de ella (María) o es simplemente inexistente, aunque los niños intentan rehacerla sin éxito (Tortugas). Esto importa singularmente, porque el sostén familiar, junto con la educación, permiten entrar en el sistema de mercado con posibilidades de éxito, y más en el fondo, porque tener una familia implica asumir y reafirmar Mundos de vida y experiencias que atañen al entorno cultural propio, dialogando con el saber universal. De otra parte, aparece como un misterio la formación que ha recibido Satélite, en el filme Las tortugas. En todo caso parece como resultado de una autoformación, y es un elemento fundamental de su iniciativa como joven que sabe el inglés y puede instalar antenas. Un filme senegalés integrante de la muestra exhibida, Binta y la gran idea, que no analizamos aquí, ilustra con singular belleza la problemática de la educación en los países del Tercer Mundo, cuando muestra en el seno de las familias de una aldea, y frente a una tradición conservadora, la necesidad moderna de acceso de la mujer a la educación, junto con la exigencia más amplia de formación de un pueblo. Pero el pretexto narrativo y ético para tal cuestionamiento es una réplica crítica con la civilización occidental, aquella que propagó en el mundo el liberalismo, la ciencia y los derechos del hombre, pero históricamente los traiciona sistemáticamente a través de un colonialismo que aún tiene rezagos, o del capitalismo neoliberal que agudiza las desigualdades planetarias.

Cine y Mundo de la vida
Bajo la dialéctica con la ley general del mercado y el dinero, surge un aspecto insoslayable e importante: el Mundo de la vida, expresado en las culturas regionales, afirmadas en interconexión, de valores. El río Amazonas, la región de Sumapaz, la vida que lleva María en su vientre, el recurso del amor y la creatividad en una región del medio oriente, son entornos culturales que se proyectan en la palestra cinematográfica, por medio de una comunicación narrativa que nos permite sentirlos y valorarlos. Al descubrirlos críticamente, el sistema capitalista se media en nuestra apreciación, no como una realidad absoluta y unidimensional, sino en una participación estética que tiene, como decíamos al inicio, en valor formativo. Es el cine, expresión narrativa y artística, el que ilustra un movimiento que va desde lo global hacia lo regional, y desde estos a las personas en su libertad, resonando reflexivamente en nosotros, promoviendo un movimiento de libertad en la recepción. Y lo hace no simplemente a través de una información general, sino ahondando en la verdad narrada de unas vidas humanas reales y mundanas. De este modo, se promueve una participación que, como dice Gadamer a propósito de la experiencia estética, nos arrebata hacia un autoolvido, pero sólo para hacernos conocer con mayor penetración nuestro propia subjetividad y cultura, para entregarnos la oportunidad de retomar creativamente nuestro horizonte cultural.

Bibliografía


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