martes, 20 de junio de 2023

LA UTOPÍA LIBERTARIA DE “LOS REYES DEL MUNDO”

 

Por Guillermo Pérez La Rotta

(Directora: Laura Mora Ortega. Colombia Luxemburgo México Francia Noruega. 2022. Concha de oro en san Sebastián 2022)




Brayan (apodado como Ra) y sus amigos, Culebro, Sere, Winny y Nano, viven en las calles de Medellín. Aquel recibe una carta de parte de la Oficina de Restitución de Tierras en la que le otorgan la heredad que había sido robada años atrás a su abuela. Entonces decide tomar posesión de su propiedad en el pueblo de Nechí, en una región distante al norte de la gran ciudad. Será un largo viaje a pie, en bicicleta, tractomula y lancha, hasta llegar a su destino para reclamar ante el juzgado lo que le pertenece a él y sus amigos, pues Ra ha decidido que esa tierra será para él y sus compañeros.

Poética de la narración

El relato transcurre combinando escenas realistas y anecdóticas con visiones imaginarias que producen un desdoblamiento hacia un pensamiento poético. Esto ocurre desde el inicio, cuando Ra imagina un caballo blanco en medio de una calle de Medellín, hasta el final, cuando muere con sus dos compañeros y apreciamos su final desde el vano de una puerta que es solo la ruina de un muro de la casa de su abuela. Justo antes de su muerte, el caballo visionario emerge nuevamente, como fin y jalón de la búsqueda existencial del joven. Igualmente, los muertos parecen revivir para dar un sentido nuevo a la historia, y los dos ancianos que indican la ubicación de la casa de los sueños de Brayan parecen fantasmas del pasado.

La imaginación se combina con la acción experta desde los cuerpos juveniles, con sus bicicletas que bajan veloces por la carretera, o los bailes en la plataforma de una tractomula, pero en ciertos momentos la imagen de la carretera se tamiza desde las gotas de la niebla, y hace ver a los muchachos como fantasmas. Sueño y realidad presiden la historia de los cinco aventureros. Ese tono surreal que atraviesa la representación realista motiva y transfigura el pensamiento de los personajes, transfiriendo las acciones cinematográficas hacia un universo interior. Dicho tono destila la lucha contra el destino histórico que les ha tocado vivir como sueño comunitario de libertad y la búsqueda de un lugar para vivir en la tierra.

Sin embargo, al interior del colectivo resuena la dureza de las calles donde ellos vivieron, caracterizada por la vieja pelea entre Culebro y Ra, que aparece bajo sombras para el espectador y se consuma con la muerte de Culebro motivada por la traición. En el seno de la utopía familiar que los abandonados procuran realizar anida también el conflicto mortal.

El estado del mundo

El estado del mundo está atravesado por la violencia que es la característica de la ciudad y de casi todos los lugares y circunstancias que se desarrollan a lo largo del viaje. En todos los lugares donde habitan personas se ofrece la amenaza de forma silenciosa, hasta el final, cuando surgen los matones para acabar con la vida de Sere, Winny y Ra. El estado del mundo abarca todo el territorio evocado por la narración, y se prolongan hacia el pasado para devolver su fruto terrible en el presente. Y los personajes que agencian la posible agresión están signados precariamente solo por los sombreros que llevan en sus cabezas y bajo su condición de adultos. Son los hombres hostiles que toman cerveza en una cafetería. O las casi sombras siniestras que tiran las bicicletas por el abismo nublado y luego secuestran a los adolescentes.

Al mismo tiempo la amistad es un valor existencial que la narración destaca desde el fondo de aquella violencia, como pensamiento y posibilidad de lo posible, que emergen como una forma de conciencia libertaria. Sin embargo, el tono solidario no podría ser tan puro, porque la vida en la ciudad ha sido germinada desde la ruda lucha y en medio de la amistad aparece latente la batalla entre el Culebro y Ra. Algo oscuro y enigmático destila desde la adversidad que alienta Culebro hacia Ra, y el relato entrega precarios datos sobre aquello. Al inicio Culebro le recuerda a Ra que él también tiene derecho sobre esa herencia.

Aquel estado mundano tiene tres excepciones: la casa de citas, el cambuche del viejo, y la casa fantasmal de los dos ancianos que guían a los jóvenes a su último destino. Aunque incluso en la casa de citas aparece un hombre que ofende a Nano desde su lejana mesa en el salón donde comen, y aparentemente sería el eslabón motivante de su desaparición posterior, en el marco del secuestro que sufren los muchachos. El estado del mundo que parece triunfar al final de la narración es atestiguado por la presencia de los finados Nano y Culebro en el grupo asesino de los mineros y su capataz. Bajo el prisma de una visión surreal que retrotrae a los dos muertos, todos ellos serían “hijos de la violencia”, sometidos por los mafiosos. Todos ellos, junto con los héroes que han sucumbido, son hijos de la violencia. Tal podría ser el sentido final de la narración, que desde su pesimismo crítico sobre Colombia, en todo caso ilumina con poesía y libertad aquel ámbito ético de los valores surgidos de la juventud y de una infancia abandonada que se hace adulta sin renunciar al juego, la alegría y la acción en pos de sus ideales. Los reyes del mundo son poetas al mismo tiempo que niños de la calle que han debido madurar tempranamente, mezclan la infancia, la juventud y la adultez, como un resultado espontáneo frente al agresivo abandono, y en dicha mezcla alcanzan una libertad que no puede perecer porque el relato la pone al frente y en la entraña de aquel universo de negación y destrucción: “Yo quisiera un mundo mío”…”Yo no quiero dormir ni viejo”. También hay ilusión y amistad. De lo contrario, sólo habría mal y pura desventura. La visión de un bosque azul donde Nano camina y enuncia su pensamiento confirma el valor utópico de libertad desgranado desde la tragedia. La sangre de la tierra es el agua, y Nano ofrenda su sangre al curso de los ríos que terminan todos en el mar:

 “Con mi sangre baño la tierra, lágrimas bañan la tierra, se va la memoria de mis abuelos y el mar ansioso espera”…

La casa de citas y la choza del viejo

En la casa de citas escondida en la montaña se simboliza lo que podría existir como utopía: el amor de las viejas mujeres que bailan lenta y cariñosamente con cada uno de los jóvenes y los atienden como madres. Ellas advierten los peligros de esas tierras y en su entorno decorativo y fotográfico alguna de ellas delata que su hijo se ha marchado como soldado. Colombia existe allí como refugio y metonimia bajo su bandera y el canto de una mujer que evoca poéticamente los amarillos guayacanes, propios de un terruño que debería existir para cada hombre en la tierra. Aun si en el seno de aquella casa aparece la amenaza del “hombre con sombrero” que mira con odio a Nano.

La experiencia en la vida se representa desde la casa del viejo, que al igual que en la casa de citas, ofrece calor físico y humano, resguardo y hogar como símbolo de lo añorado por la infancia. El viejo advierte y enseña el camino, señala el poder dominador al contemplar el inmenso horizonte de las montañas de Antioquia, y el oro que lleva el río que marca el destino final de los aventureros. Allí el hombre explica lacónicamente que él puede habitar en ese rincón de la montaña solo porque parece un loco. Allí se descubre otra vez el agua que baja de la montaña y los perros que pelean jugando, como signo de la pelea interna del grupo, y emblema de todas las peleas. Allí descansan entre el lecho surreal de piedras y el sueño de sus cerebros.

El saber del viejo es prefigurado parcialmente por el saber de los adolescentes. Ellos descubren al inicio de su viaje los campos que tienen  dueños, pero entonces deciden jugar con las vacas, animales hermosos y apacibles, encerrados en alambradas electrificadas, como símbolo de un poder antiguo en Colombia. El juego aniquila la cerrazón de la alambrada, y la electricidad que la recorre se convierte en lúdica energía.

El pueblo de Nechí

En el bajo Cauca antioqueño se ubica el municipio de Nechí. Su nombre significa “oro natural” y proviene del idioma catío. Allí se encuentra la tierra que la abuela ha dejado a Brayan, y el juzgado, que al mismo tiempo que reconoce al joven como dueño, le recomienda que busque un abogado porque hay apelación a la sentencia a su favor, todo ello desde el viejo estilo leguleyo de Colombia que eterniza los procesos y es proclive a la influencia del poder económico frente a los derechos ignorados de “nadies”. En Nechí, se fusionan los hilos del relato como una síntesis de odio y juego, de fiesta y muerte. No hay posibilidad de diálogo. Detrás de la apelación judicial que encauza la violencia de los mafiosos, resurgen formas de agresión como esgrima de contrarios.

La frustración de Brayan y sus compañeros se desfoga en un baile en la discoteca y surge luego la réplica agresiva de los nechinianos en la discoteca. En respuesta el pueblo recibe el incendio de la carretera cuando Sere, Brayan y Winny queman los cacharros al frente de la bomba de gasolina. La autoincineración puramente simbólica de Sere es una anticipación de la inmolación final, es el testimonio de que la libertad espiritual muere ante la injusticia para perseverar heroicamente. Por eso escuchamos en off estas palabras utópicas que dicen en coro los tres sobrevivientes del viaje:

“Declaramos que todos somos iguales

Nadie es más que nadie

Nadie tiene más que nadie

 Que fuerte soy por tu odio”

El presente de aquella región de Nechí, bajo un dominio mafioso que continúa la usurpación de la tierra de Brayan, refiere a los dos ancianos que le dan la ubicación de la casa de la abuela. Ellos son fantasmas que aparecen para indicar bajo la lógica del sueño dónde está esa casita que muy seguramente conocieron. Desde un ámbito desaparecido en el tiempo dan seña de la casa que ya no existe, del  muro y el vano de la puerta que aún quedan en pie. En consecuencia, la fiesta vuelve momentáneamente porque los tres sobrevivientes de la aventura piensan tomar posesión de la tierra. Entonces Brayan ve nuevamente el caballo que añora reflejado en un charco de agua, y alguien que lo acompaña, quizás la abuela. El caballo imaginado es la expresión de habitar en el campo para vivir feliz. Aunque todo finalmente es un sueño truncado bajo el estado del mundo, pues tras una loma de su propiedad está la minera y el capataz asesino.

Ra, Winny y Sere se enfrentan a los ocupantes ilegales de sus tierras y mueren heroicamente ante la jauría de hombres que les disparan. A lo lejos se oyen los disparos y la polvareda de la gresca se aprecia enmarcada visualmente en el vano derruido de la puerta de la casa de la abuela. Todo ello como símbolo de la casa añorada, desde la muerte que los hunde en la nada. Todo es muerte en este filme. Antes todo fue vida plena de lucha, amor y libertad juvenil. Por eso en su pesimismo el filme nos entrega la desolada parábola de cómo el estado y la injusta sociedad colombiana trituran a la juventud. No obstante, al mismo tiempo, desde la muerte y la lucha de los personajes, se desgranan los valores fundamentales a lo largo de la historia contada: el delirio de vivir con libertad, la energía maestra transportada por tierras oscuras y bellas, dominadas por ladrones poderosos. Entonces nos contagia con la lujuria del juego y con los sueños que nunca terminan, que se expresan en los textos y en el camino que se alarga en el tiempo. Al terminar de sufrir y soñar con este relato nos queda el sabor amargo de que lo bueno puede morir con facilidad, pero a la vez la certeza de que no se puede claudicar ante el mal. Por eso los personajes de este relato tienen talla heroica.  

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