Por
Guillermo Pérez La Rotta
(Directora:
Laura Mora Ortega. Colombia Luxemburgo México Francia Noruega. 2022. Concha de oro en san Sebastián 2022)
Brayan (apodado como Ra) y sus amigos, Culebro, Sere, Winny y Nano, viven en las calles de Medellín. Aquel recibe una carta de parte de la Oficina de Restitución de Tierras en la que le otorgan la heredad que había sido robada años atrás a su abuela. Entonces decide tomar posesión de su propiedad en el pueblo de Nechí, en una región distante al norte de la gran ciudad. Será un largo viaje a pie, en bicicleta, tractomula y lancha, hasta llegar a su destino para reclamar ante el juzgado lo que le pertenece a él y sus amigos, pues Ra ha decidido que esa tierra será para él y sus compañeros.
Poética
de la narración
El relato transcurre combinando
escenas realistas y anecdóticas con visiones imaginarias que producen un
desdoblamiento hacia un pensamiento poético. Esto ocurre desde el inicio,
cuando Ra imagina un caballo blanco en medio de una calle de Medellín, hasta el
final, cuando muere con sus dos compañeros y apreciamos su final desde el vano
de una puerta que es solo la ruina de un muro de la casa de su abuela. Justo
antes de su muerte, el caballo visionario emerge nuevamente, como fin y jalón
de la búsqueda existencial del joven. Igualmente, los muertos parecen revivir
para dar un sentido nuevo a la historia, y los dos ancianos que indican la ubicación
de la casa de los sueños de Brayan parecen fantasmas del pasado.
La imaginación se combina
con la acción experta desde los cuerpos juveniles, con sus bicicletas que bajan
veloces por la carretera, o los bailes en la plataforma de una tractomula, pero
en ciertos momentos la imagen de la carretera se tamiza desde las gotas de la
niebla, y hace ver a los muchachos como fantasmas. Sueño y realidad presiden la
historia de los cinco aventureros. Ese tono surreal que atraviesa la
representación realista motiva y transfigura el pensamiento de los personajes, transfiriendo
las acciones cinematográficas hacia un universo interior. Dicho tono destila la
lucha contra el destino histórico que les ha tocado vivir como sueño
comunitario de libertad y la búsqueda de un lugar para vivir en la tierra.
Sin embargo, al interior
del colectivo resuena la dureza de las calles donde ellos vivieron,
caracterizada por la vieja pelea entre Culebro y Ra, que aparece bajo sombras
para el espectador y se consuma con la muerte de Culebro motivada por la traición.
En el seno de la utopía familiar que los abandonados procuran realizar anida
también el conflicto mortal.
El
estado del mundo
El estado del mundo está
atravesado por la violencia que es la característica de la ciudad y de casi
todos los lugares y circunstancias que se desarrollan a lo largo del viaje. En
todos los lugares donde habitan personas se ofrece la amenaza de forma
silenciosa, hasta el final, cuando surgen los matones para acabar con la vida
de Sere, Winny y Ra. El estado del mundo abarca todo el territorio evocado por
la narración, y se prolongan hacia el pasado para devolver su fruto terrible en
el presente. Y los personajes que agencian la posible agresión están signados
precariamente solo por los sombreros que llevan en sus cabezas y bajo su
condición de adultos. Son los hombres hostiles que toman cerveza en una
cafetería. O las casi sombras siniestras que tiran las bicicletas por el abismo
nublado y luego secuestran a los adolescentes.
Al mismo tiempo la
amistad es un valor existencial que la narración destaca desde el fondo de aquella
violencia, como pensamiento y posibilidad de lo posible, que emergen como una
forma de conciencia libertaria. Sin embargo, el tono solidario no podría ser
tan puro, porque la vida en la ciudad ha sido germinada desde la ruda lucha y en
medio de la amistad aparece latente la batalla entre el Culebro y Ra. Algo
oscuro y enigmático destila desde la adversidad que alienta Culebro hacia Ra, y
el relato entrega precarios datos sobre aquello. Al inicio Culebro le recuerda
a Ra que él también tiene derecho sobre esa herencia.
Aquel estado mundano
tiene tres excepciones: la casa de citas, el cambuche del viejo, y la casa
fantasmal de los dos ancianos que guían a los jóvenes a su último destino. Aunque
incluso en la casa de citas aparece un hombre que ofende a Nano desde su lejana
mesa en el salón donde comen, y aparentemente sería el eslabón motivante de su
desaparición posterior, en el marco del secuestro que sufren los muchachos. El
estado del mundo que parece triunfar al final de la narración es atestiguado
por la presencia de los finados Nano y Culebro en el grupo asesino de los
mineros y su capataz. Bajo el prisma de una visión surreal que retrotrae a los
dos muertos, todos ellos serían “hijos de la violencia”, sometidos por los
mafiosos. Todos ellos, junto con los héroes que han sucumbido, son hijos de la
violencia. Tal podría ser el sentido final de la narración, que desde su
pesimismo crítico sobre Colombia, en todo caso ilumina con poesía y libertad
aquel ámbito ético de los valores surgidos de la juventud y de una infancia
abandonada que se hace adulta sin renunciar al juego, la alegría y la acción en
pos de sus ideales. Los reyes del mundo son poetas al mismo tiempo que niños de
la calle que han debido madurar tempranamente, mezclan la infancia, la juventud
y la adultez, como un resultado espontáneo frente al agresivo abandono, y en
dicha mezcla alcanzan una libertad que no puede perecer porque el relato la
pone al frente y en la entraña de aquel universo de negación y destrucción: “Yo
quisiera un mundo mío”…”Yo no quiero dormir ni viejo”. También hay ilusión y amistad.
De lo contrario, sólo habría mal y pura desventura. La visión de un bosque azul
donde Nano camina y enuncia su pensamiento confirma el valor utópico de
libertad desgranado desde la tragedia. La sangre de la tierra es el agua, y
Nano ofrenda su sangre al curso de los ríos que terminan todos en el mar:
“Con mi sangre baño la tierra, lágrimas bañan
la tierra, se va la memoria de mis abuelos y el mar ansioso espera”…
La
casa de citas y la choza del viejo
En la casa de citas
escondida en la montaña se simboliza lo que podría existir como utopía: el amor
de las viejas mujeres que bailan lenta y cariñosamente con cada uno de los
jóvenes y los atienden como madres. Ellas advierten los peligros de esas
tierras y en su entorno decorativo y fotográfico alguna de ellas delata que su
hijo se ha marchado como soldado. Colombia existe allí como refugio y metonimia
bajo su bandera y el canto de una mujer que evoca poéticamente los amarillos guayacanes,
propios de un terruño que debería existir para cada hombre en la tierra. Aun si
en el seno de aquella casa aparece la amenaza del “hombre con sombrero” que
mira con odio a Nano.
La experiencia en la vida
se representa desde la casa del viejo, que al igual que en la casa de citas,
ofrece calor físico y humano, resguardo y hogar como símbolo de lo añorado por
la infancia. El viejo advierte y enseña el camino, señala el poder dominador al
contemplar el inmenso horizonte de las montañas de Antioquia, y el oro que
lleva el río que marca el destino final de los aventureros. Allí el hombre
explica lacónicamente que él puede habitar en ese rincón de la montaña solo
porque parece un loco. Allí se descubre otra vez el agua que baja de la montaña
y los perros que pelean jugando, como signo de la pelea interna del grupo, y
emblema de todas las peleas. Allí descansan entre el lecho surreal de piedras y
el sueño de sus cerebros.
El saber del viejo es prefigurado
parcialmente por el saber de los adolescentes. Ellos descubren al inicio de su
viaje los campos que tienen dueños, pero
entonces deciden jugar con las vacas, animales hermosos y apacibles, encerrados
en alambradas electrificadas, como símbolo de un poder antiguo en Colombia. El
juego aniquila la cerrazón de la alambrada, y la electricidad que la recorre se
convierte en lúdica energía.
El
pueblo de Nechí
En el bajo Cauca antioqueño
se ubica el municipio de Nechí. Su nombre significa “oro natural” y proviene
del idioma catío. Allí se encuentra la tierra que la abuela ha dejado a Brayan,
y el juzgado, que al mismo tiempo que reconoce al joven como dueño, le
recomienda que busque un abogado porque hay apelación a la sentencia a su
favor, todo ello desde el viejo estilo leguleyo de Colombia que eterniza los
procesos y es proclive a la influencia del poder económico frente a los derechos
ignorados de “nadies”. En Nechí, se fusionan los hilos del relato como una
síntesis de odio y juego, de fiesta y muerte. No hay posibilidad de diálogo.
Detrás de la apelación judicial que encauza la violencia de los mafiosos,
resurgen formas de agresión como esgrima de contrarios.
La frustración de Brayan
y sus compañeros se desfoga en un baile en la discoteca y surge luego la
réplica agresiva de los nechinianos en la discoteca. En respuesta el pueblo
recibe el incendio de la carretera cuando Sere, Brayan y Winny queman los cacharros
al frente de la bomba de gasolina. La autoincineración puramente simbólica de Sere
es una anticipación de la inmolación final, es el testimonio de que la libertad
espiritual muere ante la injusticia para perseverar heroicamente. Por eso
escuchamos en off estas palabras utópicas que dicen en coro los tres
sobrevivientes del viaje:
“Declaramos
que todos somos iguales
Nadie
es más que nadie
Nadie
tiene más que nadie
Que fuerte soy por tu odio”
El presente de aquella
región de Nechí, bajo un dominio mafioso que continúa la usurpación de la
tierra de Brayan, refiere a los dos ancianos que le dan la ubicación de la casa
de la abuela. Ellos son fantasmas que aparecen para indicar bajo la lógica del
sueño dónde está esa casita que muy seguramente conocieron. Desde un ámbito
desaparecido en el tiempo dan seña de la casa que ya no existe, del muro y el vano de la puerta que aún quedan en
pie. En consecuencia, la fiesta vuelve momentáneamente porque los tres sobrevivientes
de la aventura piensan tomar posesión de la tierra. Entonces Brayan ve nuevamente
el caballo que añora reflejado en un charco de agua, y alguien que lo acompaña,
quizás la abuela. El caballo imaginado es la expresión de habitar en el campo
para vivir feliz. Aunque todo finalmente es un sueño truncado bajo el estado
del mundo, pues tras una loma de su propiedad está la minera y el capataz
asesino.
Ra, Winny y Sere se
enfrentan a los ocupantes ilegales de sus tierras y mueren heroicamente ante la
jauría de hombres que les disparan. A lo lejos se oyen los disparos y la
polvareda de la gresca se aprecia enmarcada visualmente en el vano derruido de
la puerta de la casa de la abuela. Todo ello como símbolo de la casa añorada, desde
la muerte que los hunde en la nada. Todo es muerte en este filme. Antes todo
fue vida plena de lucha, amor y libertad juvenil. Por eso en su pesimismo el
filme nos entrega la desolada parábola de cómo el estado y la injusta sociedad colombiana
trituran a la juventud. No obstante, al mismo tiempo, desde la muerte y la
lucha de los personajes, se desgranan los valores fundamentales a lo largo de
la historia contada: el delirio de vivir con libertad, la energía maestra
transportada por tierras oscuras y bellas, dominadas por ladrones poderosos.
Entonces nos contagia con la lujuria del juego y con los sueños que nunca
terminan, que se expresan en los textos y en el camino que se alarga en el
tiempo. Al terminar de sufrir y soñar con este relato nos queda el sabor amargo
de que lo bueno puede morir con facilidad, pero a la vez la certeza de que no
se puede claudicar ante el mal. Por eso los personajes de este relato tienen
talla heroica.
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